El caravaggismo (o caravagismo) es una corriente pictórica dentro del Barroco, que designa el estilo de los artistas que se inspiraron en la obra de Caravaggio. Estos pintores también son conocidos como tenebristas por su uso de la técnica del claroscuro. En otras ocasiones se hace referencia a su naturalismo o realismo. Los pintores caravaggistas reproducen la figura con gran realismo, representándola generalmente contra un fondo monocromo e iluminados por una luz violeta.
Tenebrismo es el nombre que la historiografía del arte da a un estilo o corriente de la pintura del barroco correspondiente a su fase inicial, a comienzos del siglo XVII, cuyos principales exponentes son el italiano Caravaggio y José de Ribera. El tenebrismo se caracteriza por el violento contraste de luces y sobras mediante una forzada iluminación.
Se ha llegado a identificar como una corriente propia de la escuela española o tenebrismo español, que surge a comienzos del siglo XVII, como resultado del impacto del caravaggismo en la tradición del uso de la técnica del claroscuro, incorporada a la pintura española y empleada profusamente en la segunda mitad del siglo XVI (Pedro de Campaña, El Greco, Luca Cambiaso, Juan de Roelas, etc).
Se originó en Roma a principios del siglo XVII, desarrollándose aproximadamente entre 1590 y 1650. Los principales pintores caravaggistas fueron Bartolomeo Manfredini, Orazio Gentileschi, Artemisa Gentileschi, Gerrit van Honthorst, Hendrick ter Brugghen, Giovanni Serodine, Battistello Caracciolo y José de Ribera. Otros pintores vinculados a Caravaggio son Mario Minniti, Giovanni Baglione, Carlo Sarasenti, Domenico Fetti y Adam Elsheimer.
El caravaggismo surge como reacción al manierismo, estilo que se consideraba artificial, demasiado exquisito e intelectual. Caravaggio propone tomar como modelo la realidad, como únicos modelos utilizaba a personas con las que se encontraba por la calle.
La instalación de las pinturas de Caravaggio sobre San Mateo en la Capilla Contarelli tuvo un impacto inmediato entre los jóvenes artistas que, provenientes de otras partes de Italia, se encontraban trabajando en Roma, y el caravaggismo se convirtió inmediatamente en la tendencia a seguir por todos los pintores jóvenes.
Los primeros caravaggistas fueron Giovanni Baglioni y el toscano Orazio Gentileschi. En la siguiente generación nos encontramos con Carlo Sarasenti, Bartolomeo Manfredini y Orazio Boriannini. Orazio Gentileschi fue el único de estos artistas que vivió más allá de 1620 y acabó como pintor cortesano del rey Carlos I de Inglaterra. Su hija, Artemisa Gentileschi estaba también muy cercana a Caravaggio y fue la más dotada de los pintores que se adscribieron a este movimiento.
También los artistas extranjeros que vivieron y trabajaron en Roma durante aquellos años cultivaron el estilo. Directamente relacionado con este movimiento está el destacado pintor alemán Adam Elsheimer, si bien, a diferencia de los otros caravaggistas se dedicó al paisaje y a los efectos atmosféricos en él. En Roma también se formaron los franceses Valentin de Boulogne y Simon Vouet (primera época). En Holanda se destacan Gerard van Honthorst y Hendrick ter Bruggen.
La breve estancia de Caravaggio en Nápoles produjo una notable escuela de caravaggistas napolitanos, incluyendo a Battistello Caracciolo y Carlo Sellito. Náples en aquella época rivalizaba con Roma en cuanto al foco de atracción de artistas en torno a la corte de los virreyes españoles. Allí pasó la etapa final de su vida Artemisa Gentileschi. Otros caravaggistas napolitanos fueron Andrea Vaccaro, Bernardo Cavallino y Massimo Stanzione. Se considera que el movimiento caravaggista acabó allí con la terrible plaga del año 1656. No obstante la tendencia se mantuvo en pintores posteriores como Mattia Preti, Salvator Rosa o Luca Giordano. Al modo particular en que se entendió el caravaggismo en Nápoles se lo llama tenebrismo, e influyó particularmente en España.
Las estrechas relaciones en la época entre España e Italia motivaron que España fuera el primer país en seguir dicha corriente pictórica después de aquel donde se inició. En torno al año 1600 trabajó en la Península Ibérica Orazio Borgianni.
En Nápoles, territorio por entonces español, trabajó José de Ribera como pintor de los virreyes. Está considerado el pintor tenebrista por excelencia, llegando en ocasiones a una gran dureza. Autores que fueron tenebristas en sus composiciones fueron Bartolomé González, Juan van der Hamen, Juan Bautista Maíno y Luis Tristán. Pedro Orrete incorporó la iluminación y las formas caravaggistas, como puede verse en su San Sebastián de la Catedral de Valencia.
El caravaggismo fue el estilo predominante en la pintura española hasta 1635, debiendo mencionarse la obra de Francisco Ribalta, su hijo Juan y Juan Sánchez Cotán, con sus bodegones de iluminación muy contrastada. Es posible que Ribalta (padre) conociera la obra de Caravaggio en un viaje a Italia, realizado alrededor de 1616, lo cierto es que las obras de su última etapa son plenamente tenebristas, con marcados contrastes de luz y sombra y la utilización de modelos al natural. Por su parte, Jerónimo Jacinto Espinosa siguió cultivando el naturalismo tenebrista en pleno auge del Barroco en España. Puede verse la influencia del estilo en las obras de Velázquez o Zurbarán de aquella época. Vélazquez presumiblemente vio las obras de Caravaggio en sus viajes a Italia.
Un grupo de artistas católicos de Utrecht, llamados los caravaggistas de Utrecht, viajaron a Roma en los primeros años del siglo XVII y quedaron profundamente incluidos por la obra de Caravaggio. Son estos pintores del norte quienes acogieron con mayor interés algunas novedades de esta tendencia, como el realismo y la representación de escenas callejeras o de tabernas, tendencia que cultivaron en particular, los llamados bambochantes.
A su regreso a las tierras del Norte, difundieron esta tendencia en cuadros de gran formato, experimentando un florecimiento breve en el tiempo pero de gran influencia durante los años 1620, con pintores como Hendrick ter Bruggen, Gerrit van Honthorst, Dirck van Barburen y Andries Both. Los tres primeros son considerados los creadores de la Escuela de Utrecht. A diferencia de los caravaggistas italianos, en los que la luz tenía un origen incierto, los pintores de la Escuela de Utrecht presentaban un foco de luz artificial perfectamente identificado y concretado en la pintura, generalmente se trataba de una vela.
Estos pintores fueron posteriormente imitados, con la realización de cuadros a escala más pequeña, originando la pintura de género doméstico, típicamente holandesa. En la siguiente generación los efectos de Caravaggio, aunque atenuados, se dejan sentir en la obra de Rubens (quien compró una de sus pinturas para los Gonzaga de Mantua, pintó una copia de El entierro de Cristo y tiene obras de juventud de estilo caravaggista), Vermeer y Rembrandt.
En Roma trabajaron los pintores franceses Valentin de Boulogne y Simon Vouet. Como ellos, muchos otros artistas acudían a la Ciudad Eterna a estudiar, conociendo así de primera mano el naturalismo que allí se practicaba. A su regreso a Francia, estos artistas tuvieron éxito, sobre todo en las provincias y entre la clientela eclesiástica y burguesa. El más famoso de los caravaggistas franceses fue Georges de La Tour, que trabajó en el Ducado de Lorena, por entonces independiente de Francia.
La nómina de los tenebristas franceses se incrementa con los nombres de Lubin Baugin, el flameco Lodewijk Finson, , Guy François, Jacques Linard, Louise Moillon, Sébastien Stoskopff, , Richard Tassel, Nicolas Tournier y Claude Vignon. En esta tendencia pictórica tuvieron relación los hermanos Le Nain, siguiendo la línea de los llamados bambochantes.
Los caravaggistas pintaron cuadros de gran tamaño, al óleo, sobre lienzo. Trataron preferentemente temas religiosos, en particular los más violentos y dramáticos, como la historia de Judith y Holofernes o el martirio de santos. No obstante, adoptaron una iconografía realista, tomando del natural los modelos de sus santos y vírgenes. Se añadían pocos elementos a la composición, aparte del personaje principal, pero estos elementos eran de gran realismo.
Esta tendencia caló entre el público, que de esta manera se veía mejor representada en las obras, lo que incitaba en la piedad, por ello se convirtió en el primer estilo pictórico de la Contrarreforma. El riesgo, sin embargo, se encontraba en caer en la vulgaridad excesiva, haciendo que se perdiera en parte el respeto a esas imágenes, lo que hizo que, por ejemplo, algunas de las obras de Caravaggio fueran rechazadas por sus clientes.
Además fueron frecuentes los cuadros de género, representando escenas de la vida cotidiana, como las tabernas o las partidas de cartas. Esta tendencia derivó hacia unas obras en las que prevalecía lo pintoresco, llamado bambochadas, siendo conocidos los pintores que las realizaban con el término de bambochantes, palabra derivada del italiano Bamboccio (monigote), apodo del holandés Pieter van Laer. Estos pintores representaban escenas callejeras protagonizadas por personajes populares, como gitanos o mendigos. Aunque usaban la técnica tenebrista, lo cierto es que hay una cierta preocupación por el paisaje, ausente en gran parte de las obras de esta tendencia.
Con menor frecuencia se cultivaban temas mitológicos y bodegones. Las composiciones son sencillas: las figuras, representadas en tamaño natural, de medio cuerpo o cuerpo entero, sobre un fondo oscuro. El rasgo más característico de dicha escuela es el uso del claroscuro: no trabajaban el fondo, que quedaba en penumbra, y concentraban toda su atención, con una luz muy intensa, en las figuras que ocupaban el primer plano. Este contraste dramático fue cultivado sobre todo por napolitanos y españoles, a los que, con mayor frecuencia, se denominan tenebristas.
En los cuadros italianos y españoles la luz es de origen indeterminado, en cambio, en pintores como Georges de la Tour o la Escuela de Utrecht, proviene de una fuente concreta que aparece en el cuadro. Esta introducción en el cuadro de una fuente de iluminación visible se llama luminismo. Los colores predominantes son los rojos, ocres y negros. Se aplicaba directamente, sin boceto preparatorio ni dibujo previo, lo que en italiano se llama a la prima.
También los artistas extranjeros que vivieron y trabajaron en Roma durante aquellos años cultivaron el estilo. Directamente relacionado con este movimiento está el destacado pintor alemán Adam Elsheimer, si bien, a diferencia de los otros caravaggistas se dedicó al paisaje y a los efectos atmosféricos en él. En Roma también se formaron los franceses Valentin de Boulogne y Simon Vouet (primera época). En Holanda se destacan Gerard van Honthorst y Hendrick ter Bruggen.
La breve estancia de Caravaggio en Nápoles produjo una notable escuela de caravaggistas napolitanos, incluyendo a Battistello Caracciolo y Carlo Sellito. Náples en aquella época rivalizaba con Roma en cuanto al foco de atracción de artistas en torno a la corte de los virreyes españoles. Allí pasó la etapa final de su vida Artemisa Gentileschi. Otros caravaggistas napolitanos fueron Andrea Vaccaro, Bernardo Cavallino y Massimo Stanzione. Se considera que el movimiento caravaggista acabó allí con la terrible plaga del año 1656. No obstante la tendencia se mantuvo en pintores posteriores como Mattia Preti, Salvator Rosa o Luca Giordano. Al modo particular en que se entendió el caravaggismo en Nápoles se lo llama tenebrismo, e influyó particularmente en España.
Las estrechas relaciones en la época entre España e Italia motivaron que España fuera el primer país en seguir dicha corriente pictórica después de aquel donde se inició. En torno al año 1600 trabajó en la Península Ibérica Orazio Borgianni.
En Nápoles, territorio por entonces español, trabajó José de Ribera como pintor de los virreyes. Está considerado el pintor tenebrista por excelencia, llegando en ocasiones a una gran dureza. Autores que fueron tenebristas en sus composiciones fueron Bartolomé González, Juan van der Hamen, Juan Bautista Maíno y Luis Tristán. Pedro Orrete incorporó la iluminación y las formas caravaggistas, como puede verse en su San Sebastián de la Catedral de Valencia.
El caravaggismo fue el estilo predominante en la pintura española hasta 1635, debiendo mencionarse la obra de Francisco Ribalta, su hijo Juan y Juan Sánchez Cotán, con sus bodegones de iluminación muy contrastada. Es posible que Ribalta (padre) conociera la obra de Caravaggio en un viaje a Italia, realizado alrededor de 1616, lo cierto es que las obras de su última etapa son plenamente tenebristas, con marcados contrastes de luz y sombra y la utilización de modelos al natural. Por su parte, Jerónimo Jacinto Espinosa siguió cultivando el naturalismo tenebrista en pleno auge del Barroco en España. Puede verse la influencia del estilo en las obras de Velázquez o Zurbarán de aquella época. Vélazquez presumiblemente vio las obras de Caravaggio en sus viajes a Italia.
Un grupo de artistas católicos de Utrecht, llamados los caravaggistas de Utrecht, viajaron a Roma en los primeros años del siglo XVII y quedaron profundamente incluidos por la obra de Caravaggio. Son estos pintores del norte quienes acogieron con mayor interés algunas novedades de esta tendencia, como el realismo y la representación de escenas callejeras o de tabernas, tendencia que cultivaron en particular, los llamados bambochantes.
A su regreso a las tierras del Norte, difundieron esta tendencia en cuadros de gran formato, experimentando un florecimiento breve en el tiempo pero de gran influencia durante los años 1620, con pintores como Hendrick ter Bruggen, Gerrit van Honthorst, Dirck van Barburen y Andries Both. Los tres primeros son considerados los creadores de la Escuela de Utrecht. A diferencia de los caravaggistas italianos, en los que la luz tenía un origen incierto, los pintores de la Escuela de Utrecht presentaban un foco de luz artificial perfectamente identificado y concretado en la pintura, generalmente se trataba de una vela.
Estos pintores fueron posteriormente imitados, con la realización de cuadros a escala más pequeña, originando la pintura de género doméstico, típicamente holandesa. En la siguiente generación los efectos de Caravaggio, aunque atenuados, se dejan sentir en la obra de Rubens (quien compró una de sus pinturas para los Gonzaga de Mantua, pintó una copia de El entierro de Cristo y tiene obras de juventud de estilo caravaggista), Vermeer y Rembrandt.
En Roma trabajaron los pintores franceses Valentin de Boulogne y Simon Vouet. Como ellos, muchos otros artistas acudían a la Ciudad Eterna a estudiar, conociendo así de primera mano el naturalismo que allí se practicaba. A su regreso a Francia, estos artistas tuvieron éxito, sobre todo en las provincias y entre la clientela eclesiástica y burguesa. El más famoso de los caravaggistas franceses fue Georges de La Tour, que trabajó en el Ducado de Lorena, por entonces independiente de Francia.
La nómina de los tenebristas franceses se incrementa con los nombres de Lubin Baugin, el flameco Lodewijk Finson, , Guy François, Jacques Linard, Louise Moillon, Sébastien Stoskopff, , Richard Tassel, Nicolas Tournier y Claude Vignon. En esta tendencia pictórica tuvieron relación los hermanos Le Nain, siguiendo la línea de los llamados bambochantes.
Los caravaggistas pintaron cuadros de gran tamaño, al óleo, sobre lienzo. Trataron preferentemente temas religiosos, en particular los más violentos y dramáticos, como la historia de Judith y Holofernes o el martirio de santos. No obstante, adoptaron una iconografía realista, tomando del natural los modelos de sus santos y vírgenes. Se añadían pocos elementos a la composición, aparte del personaje principal, pero estos elementos eran de gran realismo.
Esta tendencia caló entre el público, que de esta manera se veía mejor representada en las obras, lo que incitaba en la piedad, por ello se convirtió en el primer estilo pictórico de la Contrarreforma. El riesgo, sin embargo, se encontraba en caer en la vulgaridad excesiva, haciendo que se perdiera en parte el respeto a esas imágenes, lo que hizo que, por ejemplo, algunas de las obras de Caravaggio fueran rechazadas por sus clientes.
Además fueron frecuentes los cuadros de género, representando escenas de la vida cotidiana, como las tabernas o las partidas de cartas. Esta tendencia derivó hacia unas obras en las que prevalecía lo pintoresco, llamado bambochadas, siendo conocidos los pintores que las realizaban con el término de bambochantes, palabra derivada del italiano Bamboccio (monigote), apodo del holandés Pieter van Laer. Estos pintores representaban escenas callejeras protagonizadas por personajes populares, como gitanos o mendigos. Aunque usaban la técnica tenebrista, lo cierto es que hay una cierta preocupación por el paisaje, ausente en gran parte de las obras de esta tendencia.
Con menor frecuencia se cultivaban temas mitológicos y bodegones. Las composiciones son sencillas: las figuras, representadas en tamaño natural, de medio cuerpo o cuerpo entero, sobre un fondo oscuro. El rasgo más característico de dicha escuela es el uso del claroscuro: no trabajaban el fondo, que quedaba en penumbra, y concentraban toda su atención, con una luz muy intensa, en las figuras que ocupaban el primer plano. Este contraste dramático fue cultivado sobre todo por napolitanos y españoles, a los que, con mayor frecuencia, se denominan tenebristas.
En los cuadros italianos y españoles la luz es de origen indeterminado, en cambio, en pintores como Georges de la Tour o la Escuela de Utrecht, proviene de una fuente concreta que aparece en el cuadro. Esta introducción en el cuadro de una fuente de iluminación visible se llama luminismo. Los colores predominantes son los rojos, ocres y negros. Se aplicaba directamente, sin boceto preparatorio ni dibujo previo, lo que en italiano se llama a la prima.
Por favor, añada nombres, autores y fechas de las ilustraciones.
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