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martes, 20 de noviembre de 2012

Michelangelo Mersini da Caravaggio



Michelangelo Mersini da Caravaggio (Milán, 29 de septiembre de 1571 - Porto Ércole, 18 de julio de 1610) fue un pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta  y Sicilia entre los años 1593 y 1610. Es considerado el primer gran exponente de la pintura del Barroco. 

Caravaggio nació en Milán donde su padre trabajaba como administrador y arquitecto decorador del Marqués de Caravaggio, ciudad de la que más tarde tomaría el nombre. En 1576 la familia se mudó a Caravaggio para huir de la peste que azotaba a Milán. En 1584 entró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Petrezano. Tras su aprendizaje probablemente visitó Venecia, donde debió conocer las obras de Giorgione (las que Caravaggio fue acusado de copiar) y de Tiziano.

Hacía mediados de 1592 Caravaggio llega a París. Pocos meses más tarde comenzaría el trabajo exitoso que no concluiría hasta dejar Roma. Se contactó con Giuseppe Cesari, pintor de cámara de Clemente VIII, quien le ofreció trabajo en su taller, época en la que pinta varios cuadros, entre las que se incluyen Muchacho cogiendo fruta, Cesto con frutas y Baco, supuestamente un autorretrato realizado tras una convalecencia posterior a su salida del taller de Cesari. Caravaggio abandonó el taller de Cesari en enero de 1594, decidido a abrirse paso por su propia mano. Fue entonces cuando comenzó a forjar importantes amistades con el pintor Próspero Orsi, el arquitecto Onorio Longhi y el joven siciliano Mario Minniti. Orsi, establecido en las altas esferas de la ciudad, lo introdujo a los grandes coleccionistas, Longhi, más hostil, lo llevó al mundo de las peleas callejeras romanas, mientras que Minniti le sirvió de moldelo y años más tarde fue su ayudante en Sicilia. Los jugadores de cartas (que muestra una sofisticada manera en que un chico cae en la trampa de los jugadores de cartas) fue considerada su primera obra maestra. 

Caravaggio adquiere una nueva forma de realismo, pues por primera vez le son encargados trabajos religiosos. La contrarreforma necesitaba adornar sus vistosos templos. La primera de esas figuras fue Magdalena Penitente. Este estilo de pinturas fue repetido en sus siguientes trabajos, también eclesiásticos: San Francisco de Asís en meditación, San Francisco de Asís en éxtasis, Los músicos, Descanso en la huida a Egipto, Marta y María Magdalena y David con la cabeza de Goliat. Estos cuadros lo catapultaron a la fama en el pueblo, y especialmente en el gremio artístico. 

En 1599 Caravaggio fue contratado para decorar la Capilla Contarelli en la iglesia romana de San Luis de los Franceses. Los dos trabajos hechos para este encargo fueron: El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo, entregados en 1600. El tenebrismo se mostró en estos trabajos aumentando el claroscuro y un realismo barroco muy emocional. Fue criticado por su excesivo realismo y por no usar dibujos preparatorios. 





Caravaggio siguió realizando durante algún tiempo encargos religiosos, en los que destacaba la muerte en figuras grotescas de martirios, decapitaciones y asesinatos. Para la mayoría de la gente romana estas obras aumentaban la popularidad del pintor, mientras que a otras les parecía violento y sin doctrina católica, por lo que Caravaggio debió rehacer algunas de sus pinturas. Fue en ese año cuando surgió el primer escándalo en su carrera: debía pintar a San Mateo inspirado para escribir su evangelio junto a un ángel que supuestamente le dictaría las divinas enseñanzas. Caravaggio, joven y sin experiencia en trabajos religiosos, representó al santo como un hombre viejo, parecido a un jornalero, con la frente arrugada y sosteniendo torpemente el libro, como si estuviese cansado, mientras que el ángel fue pintado como un adolescente, casi niño, que llevaba la mano de Mateo, como maestro que enseña a escribir al alumno. La obra fue, por supuesto rechazada tanto por el clero, como por el pueblo y Caravaggio debió pintarla de nuevo ateniéndose a los cánones más ortodoxos de la pintura sacra. 

Una de las pocas pinturas de carácter secular y no religioso de aquella época fue El triunfo del amor, pintada en 1602 para Vincenzo Gustiniani, miembro del círculo social del cardenal Del Monte. El punto culminante que relaciona estas pinturas con las religiosases la intensa ambigüedad con la que el pintor maneja los modelos de diferentes posturas, ya sea sacra o profana.

Caravaggio tuvo una vida tumultuosa con una gran capacidad de enfrascarse en riñas, muchas de ellas fueron en los mismos lugares, e incluso se lo llegó a procesar por ello. La noche del 29 de mayo de 1606 mató, probablemente por accidente, a un hombre llamado Ranuccio Tomassoni. Con una orden de aprehensión a sus espaldas y fuera de la ley, Caravaggio huyó a Nápoles. Allí bajo la protección de los Colonna la autoridad romana veía mermado su poder. Pronto se convirtió en la estrella de la pintura napolitana. En esta etapa realizó Siete acciones de misericordia y la Madonna del Rosario, entre otros. Después de unos meses en Nápoles se dirigió a Malta, al cuartel de los Caballeros de Malta. Los principales trabajos de esta época fueron La degollación de San Juan Bautista (la única pintura que lleva la firma del pintor) y Retrato del Gran Maestro de la Orden de Malta Alof de Wignacourt, así como retratos de otros caballeros de la orden. Para diciembre el artista fue expulsado de la Orden por "faltas a la moral y ser miembro no grato". Caravaggio decidió asentarse en Sicilia con el apoyo de su viejo amigo y discípulo Mario Minniti. En esos años contnuó realizando trabajos bien pagados, como La sepultura de Santa Lucía, La resurrección de Lázaro y La adoración de los pastores. Su estilo siguió evolucionando, con la particularidad de que ahora se mostraba en sus cuadros figuras aisladas ante un enorme vacío. 

Después de nueve meses en Sicilia Caravaggio regresa a Nápoles. De acuerdo a una de sus recientes biografías, en Nápoles estaba a salvo del asecho de sus enemigos, protegido por la familia Colonna. Además ya había obtenido el perdón en Roma, gracias al nuevo Papa el cardenal Camilo Borghese (Pablo V) y pudo regresar a Roma. En Nápoles realizó la Negación de San Pedro y El martirio de Santa Úrsula.




En Nápoles fue víctima de un intento de asesinato por personas desconocidas. Al recuperarse pintó Salomé sosteniendo la cabeza de Juan el Bautista, mostrando su propia cabeza en el plato, obra enviada a Widrancourt para conseguir su perdón. Durante esa época también pintó David con la cabeza de Goliat, mostrando al joven David con un aura de tristeza al mirar la cabeza de Goliat, algo repetitivo en la obra caravaggista. Una de las obras más conocidas de la época es La negación de San Pedro. En el verano de 1610 tomó un barco rumbo a Roma para poder ser indultado, lo que consiguió gracias a sus influyentes amistades romanas. Los extraños sucesos acontecidos en la llamada ciudad eterna fueron objeto de muchas suspicacias populares. El 28 de julio un "Aviso" (periódico privado de Roma para la corte de Urbino) anunció que Caravaggio había muerto, y unos días más tarde otro "aviso" afirmó que el pintor había muerto de fiebre en Porto Ércole. Las confusiones generadas por el segundo aviso fueron tan grandes que nunca se supo a ciencia cierta la verdad, pero el cuerpo del artista nunca fue hallado. Un poeta amigo íntimo del pintor dio como fecha de su muerte el 18 de julio , víctima de fiebre, en Porto Ércole, cerca de Grosseto en la Toscana.

El claroscuro llegó a escena mucho antes del arribo de Caravaggio a la pintura, pero fue éste quien le dio la técnica definitiva, oscureciendo las sombras y transformando el objeto en un eje de luz, cada vez más penetrante. Con este tipo de pintura, los artistas comenzaron a plasmar el físico y la psicología de los personajes de una forma cada vez más real y aguda. Esto le ocasionó varios problemas por la forma de interpretar algunos trabajos religiosos que eran requeridos por encargo. Se convirtió en un anatema para los ortodoxos, pues se negaba a idealizar las figuras y tampoco hacía bocetos ni dibujos preparatorios. 

La instalación del conjunto de pinturas referidas a San Mateo en la Capilla Contarelli tuvo un inmediato impacto en los jóvenes artistas romanos y el caravaggismo se convirtió en la moda para los incipientes artistas. Entre los primeros caravaggistas se encontraba Giovanni Baglione y Orazio Gentileschi. A pesar de la barrera generacional, Gestileschi fue quien mejor se adaptó al estilo de su maestro y logró hacer una carrera artística propia, que lo llevó a la corte de Carlos I de Inglaterra. Su hija, Artemisa Gentileschi estuvo cerca de Caravaggio y logró crear su propio estilo, con mucha influencia de éste.  Otros pintores como Annibale Caracci adaptaron el cavavaggismo, que mezclaba elementos del Alto Renacimiento y del Estilo Lombardo. La estancia de Caravaggio en Nápoles produjo una escuela notable para el caravagggismo napolitano, que incluyó a Battistello Caracciole y Carlo Selliti. El caravaggismo tuvo su final durante la plaga de 1656, pero las conexiones con España fue básica para el nacimiento del caravaggismo español. Un grupo de artistas, los denominados Caravaggistas de Utrecht viajaron a Roma a principios del siglo XVII y fueron fuertemente influenciados por la obra de Caravaggio. Esta influencia fue de corta duración, aunque renació en pintores como Hendrick der Brugghen, Gerrit van Honthorst y Dirck van Baburen. En la siguiente generación el caravaggismo influenció en varios pintores como Peter Paul Rubens, Rembrandt Harmenszoon van Rijn y Diego Velázquez, quien durante su estancia en Italia tuvo la oportunidad de conocer y estudiar sus obras.





La fama de Caravaggio apenas sobrevivió a su muerte. Pero su influencia en el claroscuro y en la interpretación del realismo psicológico perduró a través de los tiempos. Ejerció una influencia muy directa sobre su compañero Orazio Gentileschi, y la hija de éste Artemisa Gentileschi. Décadas más tarde su obra influyó a los franceses Georges de la Tour y Simon Vouet y al español José de Ribera. Sus obras, con el tiempo, fueron atribuidas a otros pintores más conocidos o se pasaron por alto. El Barroco, a cuyo desarrollo tanto había contribuido, lo fue dejando poco a poco en el olvido. Otra de las razones de dicho olvido fue que Caravaggio no crease un taller para difundir su estilo, ni escribiera sobre su particular visión del arte, el realismo psicológico, que solo puede conocerse de sus pinturas que se han conservado. 

Muchos importantes museos albergan salas en las que pueden verse numerosos cuadros, obras de otros artistas, en los que se puede apreciar el estilo característico de Caravaggio: ambientación nocturna, iluminación dramática, personas corrientes utilizadas como modelos, descripción honesta de la naturaleza. Además, en tiempos modernos, pintores como el noruego Odd Nerdrum y el húngaro Tibor Csernus emularon a Caravaggio en su afán de ver la naturaleza de otra manera. El artista estadounidense Doug Ohlson ha rendidso homenaje a la influencia de Caravaggio en el arte con su propia obra. y el director de cine Derek Jarman llevó la leyenda del artista al séptimo arte en la película Caravaggio.

Solo alrededor de 50 pinturas de Caravaggio han sobrevivido hasta nuestros días. Una de ellas, La vocación de los santos Andrés y Pedro ha sido identificada y restaurada en 2004. Se encontraba almacenada en Hampton Court, considerada por error una copia. La primera y, a la vez rechazada versión de San Mateo y el ángel es otra de las obras perdidas de Caravaggio. Fue destruida durante el bombardeo de Dresde, ciudad a la cual había sido llevado el cuadro en 1811 por José Bonaparte. De este cuadro, lo único que ha sobrevivido, son algunas fotografías en blanco y negro. 

Actualmente existen cinco pinturas de Caravaggio en España catalogadas como autógrafas del artista, ellas son: David vencedor de Goliat (Museo del Prado), Santa Catalina de Alejandría (Museo Thyssen-Bornemisza), Salomé con la cabeza de Juan el Bautista (Palacio Real de Madrid), San Jerónimo (Museo de Montserrat) y San Juan Bautista con el cordero (Catedral de Toledo). Antiguamente existieron en colecciones españolas al menos dos obras más: Martirio de San Andrés (Museo de Arte de Cleveland) y El sacrificio de Isaac (Colección Bárbara Piasecka Johnson).



lunes, 16 de abril de 2012

Pintura Barroca Española



La pintura barroca española es aquella realizada a lo largo del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII en España. La introducción, poco después de 1610, de los modelos naturalistas propios del caravaggismo italiano, con la iluminación tenebrista, determinará el estilo dominante en la pintura española de la primera mitad del siglo. Más adelante llegarán las influencias del barroco flamenco, debido al mandato que se ejerce en la zona, y no tanto por la llegada de Rubens a España, como por la afluencia masiva de sus obras, junto a las de sus discípulos. Su influencia, sin embargo, se verá matizada por la de Tiziano  y su técnica de pincelada suelta, sin la que no podría explicarse la obra de Vélazquez. 

La iglesia y las instituciones con ella relacionadas, así como los particulares, continuaron constituyendo la principal clientela de los pintores, siendo la pintura religiosa de gran importancia en la época. Trabajar para la iglesia proporcionaba al pintor no solo una considerable fuente de ingresos, sino también prestigio y consideración social al hacer posible la exposición de sus obras.

También la corte tiene, en tal sentido, una importancia enorme. La decoración del nuevo Palacio del Buen Retirodio lugar a importantes encargos; a los pintores españoes se les confió la decoración del Salón de Reinos, con los retratos ecuestres de Velázquez, una serie de cuadros de batallas con las victorias recientes de los ejércitos de Felipe IV, y el ciclo de Los trabajos de Hércules de Zurbarán. La prohibición de trasladar cuadros de otros palacios reales y las prisas por completar la decoración del nuevo palacio forzaron a la compra de numerosas obras de coleccionistas particulares, hasta totalizar unos 800 cuadros. 


Dentro del patrocinio cortesano no hay que olvidar los decorados escenográficos. Para las representaciones reales del Buen Retiro se trajo a los ingenieros italianos Cosme Liotti y Biaccio del Bianco, que introdujeron las tramoyas y los juegos de mutaciones toscanas. Francisco Rizi fue durante muchos años el director de los Teatros Reales, y se conservan algunos de los dibujos de sus telones, en los que participaron también otros artistas, como José de Cieza, pintor de perspectivas, que obtendría el título de pintor del rey. Las decoraciones efímeras de fachadas y arcos triunfales, patrocinados por los ayuntamientos y por los gremios, constituyeron otra fuente de encargos de pintura, principalmente profana. 








Podría decirse, que la nobleza se mostró poco sensible al arte, concentrando sus esfuerzos en la dotación de capillas privadas, aunque algunos miembros de la alta nobleza reunieron grandes colecciones, y, en ocasiones actuaron como verdaderos mecenas. Entre ellos se encontraban algunos de los más ávidos coleccionistas de Europa. Excepcional era la colección del nuevo almirante Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, por la ordenación casi muséica de sus fondos. Sus cuadros se distribuían en salas temáticas dedicadas a los países, los bodegones y las marinas, al lado de otras consagradas a los grandes maestros: Rubens, Rafael, Bassano, Ribera, cada uno con su propia pieza separada.


Otra consideración, no menos importante, es la escasa consideración social en que se tenía a los artistas, al ser considerada la pintura como un oficio mecánico, y como tal sujeto a las cargas económicas y exclusión de honores que pesaban sobre los menospreciados oficios bajos y serviles, prejuicios que solo serían superados durante el siglo XVIII. Durante todo el siglo XVII los pintores lucharon por ver admitido su oficio como arte liberal. Muchos tratados teóricos de esta época, además de proporcionar datos biográficos sobre los artistas, representaban un esfuerzo por dar mayor dignidad a la profesión. 


Los gremios, en ocasiones dominados por los doradores y los talleres donde se formaban los artistas, sin embargo, actuaron muchas veces en sentido contrario. También era contrario a la dignidad de la pintura, la costumbre de los pintores modestos de tener tienda abierta como era usual entre los artesanos. La iniciación profesional, muy temprana, no favorecía intelectual, siendo pocos los artistas que mostraron una genuina preocupación cultural. Entre las excepciones, Francisco Pacheco, el maestro de Velázquez, quien siempre buscó rodearse de intelectuales con los que se carteaba.


El lugar privilegiado de la pintura religiosa es el retablo mayor de los templos, pero abundan también las obras para la devoción particular y proliferan los retablos menores en capillas y naves laterales. En la segunda mitad del siglo, a la vez que se imponen retablos gigantes, se produce una tendencia a eliminar las escenas múltiples y a dar un desarrollo más amplio al episodio central. Es el momento glorioso de la gran pintura religiosa, antes de que, a finales de siglo, quede frecuentemente relegada a un segundo o tercer lugar de importancia. En esta etapa de pleno barroco y bajo la influencia de Luca Giordano, se pintan al fresco espectaculares rompimientos de gloria en las bóvedas de las iglesias y se harán corrientes las representaciones triunfales (San Augustín de Claudio Coello), en composiciones dominadas por las líneas diagonales y desbordantes de vitalidad.








Se desarrollaron en España otros géneros con características particulares. La expresión pintura al bodegón aparece documentada en 1599. El austero bodegón español difiere de las suntuosas mesas de cocina flamencas. A partir de la obra de Sachez Cotán quedó definida como un género de composiciones sencillas, geométricas, de líneas duras e iluminación tenebrista.


Se alcanzó tal éxito, que muchos artistas siguieron su ejemplo: Felipe Rámirz, Alejandro de Loarte, el pintor cortesano Juan van der Hamen y León, Juan de Espinosa, Francisco Barrera, Antonio Ponce, Francisco Palacios, Francisco de Burgos Mantilla y otros. También la escuela sevillana contribuyó a definir las características del bodegón español con Velázquez y Zurbarán a la cabeza. El bodegón característico español, con algunas influencias italianas y flamencas, se vio transformado a partir de la mitad del siglo, cuando la influencia flamenca hizo que las representaciones fueran más suntuosas y complejas.


El retrato español hunde sus raíces, por un lado, en la escuela italiana (especialmente en Tiziano), y por otro, la pintura hispano-flamenca de Antonio Moro y Sánchez Coello. Las composiciones son sencillas, sin adornos, transmitiendo la intensa humanidad y dignidad del retratado. Ejemplo de ello lo encontramos en El patizambo de José de Ribera (1642). Se distingue de los retratos de otras escuelas por su austeridad, el mostrar el alma del representado, cierto escepticismo y fatalismo ante la vida y todo ello en un estilo naturalista al captar los rasgos del modelo.


En menor medida pueden encontrarse temas históricos y mitológicos. Si se compara con el siglo XVI existió un aumento notable de pintura mitológica al no ir destinadas exclusivamente a las residencias reales y establecerse una producción de lienzos independientes que estaban al alcance de un mayor público, y permitían una variedad iconográfica mayor. El paisaje (pintura de países), como el bodegón, fue considerado un tema menor por los tratadistas, que colocaban la representación de la figura humana en la cima de la figuración artística. Los inventarios revelan, sin embargo,  que fue un género muy estimado por los coleccionistas, aunque al ser raro que en ellos se diera el nombre de los artistas, no es posible saber cuantos fueron producidos por artistas españoles y cuantos fueron importados. A diferencia de lo que ocurre con la pintura holandesa, en España no hubo auténtico representante en dicho género a excepción quizás de Ignacio de Iriarte, aunque algunos pintores como Francisco Collantes y Benito Manuel Agüero  en Madrid, son conocidos por sus paisajes, sin olvidarnos de Antonio del Castillo.