miércoles, 29 de agosto de 2012

El paisaje marino en Claude Monet


 Ningún pintor del grupo fue tan puramente impresionista como Claude Monet. En su obra el factor dominante es un claro esfuerzo por incorporar el nuevo modo de visión, sobre todo el carácter de la luz, mientras que la composición de grandes masas y superficies sirve únicamente para establecer cierta coherencia. 

De todos los impresionistas, Monet fue el que con más énfasis practicó el plenairismo (o pintura al aire libre)Aunque existen gran cantidad de pintores paisajistas previos a Monet, se nota en ellos que la factura de su obra ha sido realizada principalmente dentro del talleres tras un breve esbozo. Hasta la segunda mitad del siglo XIX las pinturas era realizadas artesalmente y envasadas en frascos, etc. La invención de los pomos permitió a los pintores llevar sus óleos y témperas al aire libre, bajo el sol, sin que estos elementos se secaran u oxidaran. 

La relación entre Monet y el mar comenzó muy pronto, ya que el joven artista se estableció, junto a su familia, en el puerto normando de Le Havre, a mediados de la década de 1850. En principio Monet no se sentía demasiado atraído por la pintura al aire libre, y se dedicaba a dibujar caricaturas de vecinos y conocidos. El talento del joven llamó la atención de un pintor que se había establecido en Le Havre años antes, Eugène Boudin, todavía considerado uno de los grandes pintores de marinas del siglo XIX. 

Se podría decir que la auténtica carrera pictórica de Monet cominza en 1862, cuando el pintor contaba con tan solo 22 años de edad. Habiendo enfermado en Argelia durante el servicio militar, fue enviado a Le Havre para recuperarse. De regreso en la costa normandía el joven Monet conoció, al que iba a ser según sus propias palabras, su verdadero maestro, el pintor holandés Johan Barhold Jongkind.

Alcohólico e impulsivo Jongkind impresionó al joven Monet con los efectos de la luz y la atmósfera en sus marinas. La influencia del pintor holandés es claramente visible en obras como Pointe de la Hève en Sainte Adresse (1864), con su marcada horizontalidad y su representación cuidada del cielo y la atmósfera. Esta pintura será admitida en el Salón en 1865.

Las obras de Monet en Sainte Adresse en la segunda mitad de 1860 representan un cambio momentáneo en la representación del mar por Claude Monet. Frente a la representación salvaje del mar de años anteriores, aquí presenta el mar como un instrumento de ocio para la burguesía, en un estilo que entronca con la pintura de salón que el artista había venido desarrollando en años anteriores, culminados con el colosal Desayuno sobre la hierba, presentado en el Salón en 1866.





Fue Durand-Ruel, el gran mecenas del impresionismo, quien apoyó económicamente a Monet para viajar, junto a Boudin y Pissarro a Londres en 1870, en un viaje que tendría su continuación en la estancia en Holanda al año siguiente. El paisaje inglés no impresionó sobremanera a Monet, que realizó muy pocas vistas del mismo, a excepción de las casas del Parlamento frente al Támesis, tema que repetiría, con mayor entusiasmo, en visitas posteriores. Lo decisivo de la estancia de Monet en Londres fue su visita a los Museos, donde conoció la obra de los grandes paisajistas como Constable, pero sobre todo, Turner. Las marinas de Turner, con sus efectos de luz y atmósfera, marcaron la producción artística de Monet en los años siguientes. 

Holanda fue para Monet amor a primera vista "Todo es más hermoso de lo que nos habían contado"....Monet se sintió inmediatamente fascinado por Holanda, en especial el puevlo de Zaandam, con sus barcas y molinos. La influencia holandesa no se limita solo a los lienzos que pintó en los Países Bajos, sino que es claramente visible en muchas de las marinas posteriores creadas en la costa de Normandía. 

Entre 1881 y 1883 Monet realizó una serie de viajes por distintos pueblos de la costa normanda, como Dieppe, Trouville o Pourville, donde encontró paisajes suficientes como para satisfacer su apetito creativo. Al contrario que en otras marinas anteriores, Monet parece centrarse en el propio océano, aprovechando el dramatismo de la escarpada costa normanda y sus espectaculares acantilados. 

Casi todas las pinturas de paisajes marinos están inevitablemente dotados de una marcada horizontalidad. Muchas obras de Monet de este período resultan impactantes por su intención de dejar de lado esta imposición, y, aprovechando los espectaculares acantilados de la costa normanda, crear una composición asimétrica y de gran verticalidad, como podemos apreciar en El acantilado de Dieppe (1882), Playa de Etretat (1883) y La Manneporte en sus distintas versiones. 

Una de las mayores contribuciones de Claude Monet al arte moderno fue la introducción de la idea de serie, es decir, un mismo tema o modelo representado en distintos momentos, de manera que el objeto representado va perdiendo importancia en aras de otros elementos inmateriales como la luz y el color, y como éstos últimos varían con el paso del tiempo. Este concepto desarrollado por Monet posteriormente en sus Álamos del Epte (1891), y que alcanzó su zenit con La Catedral de Rouen (1894), tiene un importante precedente en las vistas de la cabaña de los aduaneros en Varengeville (1882).




El concepto de serie vuelve a ser explorado por Monet en una de sus composiciones más repetidas y originales de esta etapa: La Manneporte, un espectacular arco de roca situado en un acantilado cercano a Etretat. Al contrario que en obras anteriores, Monet renuncia al entorno y al conjunto, para centrarse de forma exclusiva en el dramático arco de roca y su encuentro con el mar. 

En la segunda mitad de la década de 1880, Monet realizó dos viajes a distintas partes de la costa francesa, muy cercanos en el tiempo, pero muy diferentes en cuanto a paisajes y estancia. En 1886 Monet alquiló una habitación en un pequeño albergue cerca de Belle-Ille, donde quedó inmendiatamente fascinado por el paisaje "hermoso y terrible" de la costa de la Bretaña, más violenta y feroz que la de la Normandía. La violencia del clima y la representación en sombra de los acantilados son un elemento casi constante de los lienzos pintados en Bretaña. 

Dos años después Monet alquiló durante tres meses un pequeño castillo de antibers en la Costa Azul francesa. El paisaje del Mediterráneo enamoró al aryista que trabajó obsesivamente para conseguir los tonos turquesas y rosados de la luz meditterránea. 

No fueron estos los últimos lienzos representando el mar, ya que en la década siguiente Monet realizó de Purville, e incluso algunos paisajes escandinavos durante su breve viaje a Noruega, pero no representaron un punto clave en la carrera de Monet, centrado ya en sus grandes series de almiares, catedrales y nenúfares. E incluso en obras tan importantes como esas, los frutos de los experimentos de Monet en sus paisajes marinos son fácilmente advertibles. 





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