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domingo, 15 de septiembre de 2013

Giovanni Bellini

Mujer en su tocador, detalle


Giovanni Bellini también conocido por su apodo Giambellino (Venecia hacia 1433 - Venecia
 1516) fue un pintor cuatrocentista italiano. Probablemente sea el miembro más conocido de una familia de pintores venecianos que incluye a su padre Jacopo, su hermano Gentile y su cuñado Andrea Mantegna. Está considerado como un artista que revolucionó la pintura veneciana, haciéndola progresar hacia un estilo más sensual y colorista. Gracias al uso de pintura al óleo clara y de secado lento, creó tintes intensos y ricos y sombras detalladas. Su suntuoso colorido y los paisajes fluidos tuvieron un gran efecto en la escuela de pintura veneciana, especialmente en sus alumnos Giorgione y Tiziano. Aunque sus contemporáneos apreciaron a Giovanni Bellini como un gran pintor, su vida está relativamente poco documentada. Numerosas obras suyas de capital importancia carecen de un encuadramiento definitivo por la escasez de datos seguros. 

Giovanni Bellini nació en Venecia, aunque no se conoce la fecha exacta de su nacimiento. Era hijo de un artista veneciano establecido, Jacopo Bellini. Creció en la casa de su padre, en cuyo taller se inició en el oficio, junto a sus hermanos Gentile y Niccolò. Los comienzos de Giovanni en el arte son inseguros y deben situarse en los años 1445 a 1450, si bien ninguna obra conocida del artista se atribuye unánimemente a ese período.  Hasta la edad de casi treinta años su pintura está dominada por un hondo sentimiento religioso y un patetismo humano. Sus pinturas de este período temprano están todas ejecutadas en el antiguo método del temple. Su obra siguió el ejemplo del taller paterno y de los Vivarini, los dos más importantes centros pictóricos de la Venecia de la época. 

Las primeras obras de Giovanni Bellini, realizadas con la técnica del temple, salieron del taller paterno, lugar de aprendizaje, trabajo y formación hasta que marchó a Padua en 1460. Allí conoció al pintor Andrea Mantegna, su futuro cuñado, de quien aprendió a dominar el dibujo, y a quien a su vez enseñó la luz de la escuela veneciana. Bellini era, por entonces un gran paisajista, virtud que transmitió años después a los discípulos de su taller. Hacia mediados de la década de 1470 pintó el famoso políptico de San Vicente Ferrer, en la iglesia de los Santos Juan y Pablo, en Venecia. 

La llegada a Venecia del pintor siciliano Antonello da Messina, conocedor de la técnica del óleo utilizada en Flandes por Jan van Eyck, permitió a Bellini profundizar en aquella y desarrollar mayores virtuosismos que con la utilización del temple, como en la Transfiguración del museo napolitano de Capodimonte. A principios del siglo XVI, su relación con discípulos como Tiziano lo hizo suavizar su pintura, perdiendo los rasgos angulosos de Mantegna. Murió en 1516 en su ciudad natal, dejando en marcha la escuela veneciana, de amplia resonancia durante todo el Cinquecento.


El festín de los dioses (comenzado por Bellini y terminado por Tiziano)

El más brillante astro de la pintura veneciana del siglo XV es Giovanni Bellini, cuya evolución artística se caracterizó por un continuo renovarse debido a las diversas experiencias artísticas que su permeable personalidad fue asimilando en el curso de una vida bastante dilatada , en la que se mantuvo permanentemente activo. Alumno de su padre Jacopo, también él experimentó en el primer período de su carrera una fuerte atracción por la pintura de su cuñado Mantegna y por la escultura de Donatello, de quienes supo traducir los valores de plasticidad a través de la enérgica definición gráfica de los planos del modelado, aunque los dulcificó con una nueva sensibilidad lumínica que no oculta la firmeza de la materia pictórica.

De esta etapa inicial son los cuatro trípticos para la Iglesia de la Caridad (Galería de la Academia, Venecia) de espíritu mantegnesco pero suavizado por unos contornos de dibujos más flexibles y un mesurado tratamiento de la perspectiva, a los que añade unas exquisitas figuras que con sus miradas y actitudes aportan una gracia melancólica y una sensibilidad expresiva que será contribución fundamental de su arte.

Estos rasgos se perpetúan el el políptico de San Vicente Ferrer de la iglesia veneciana de Santi Giovanni e Paolo donde además se advierte un eco de la amplitud espacial de Piero della Francesca en el Cristo bendiciendo (Louvre, París), con un rostro que desprende humanidad y nobleza y por último en la innovadora Piedad (Pinacoteca de Brera, Milán), en la que la conjunción entre el escultórico modelado de Mantegna y la contenida emoción belliniana alcanza su punto álgido. 

Se trata de un repertorio de posibilidades expresivas y plásticas que el artista desarrolló y graduó en sus representaciones de la Virgen y el Niño, tan numerosas y logradas que lo convirtieron en el pintor de vírgenes veneciano por excelencia. En todas ellas, desde las más antiguas, Giovanni Bellini exploró, con sorprendente variedad de soluciones iconográficas, erigiéndose en sutil y delicado indagador de la íntima relación afectuosa entre Madre e Hijo representados frecuentemente de medio cuerpo. Cabe mencionar entre las de la primera época a la Madonna Potenziani (Colección Lehman, Nueva York) y la Virgen entronizada con el Niño dormido (Galería de la Academia, Venecia) que, como otras muchas revelan un directo influjo de Antonello da Messina en características como los tonos azules del manto de la Virgen.




Transfiguración, detalle

Un giro fundamental en los progresos del artista lo constituye la gran pala con la Coronación de la Virgen (Museo Cívico, Pesaro), pintada en torno a 1474 tras una estancia en Las Marcas durante la cual pudo estudiar el arte de Piero della Francesca. La grandiosa concepción espacial y la plenitud formal de esta obra refleja un preciso conocimiento de Piero della Francesca y de la pintura de Urbino, aunque Giovanni Bellini ha sabido impregnarla de un sentimiento nuevo, de una dulzura no menos imponente pero extraña a la impasibilidad un tanto esquemática de aquel.

En El llanto por Cristo Muerto (Museos Vaticanos) que constituía la parte superior del altar de Pesaro, sutiles efectos luminosos consiguen una modulación cálida y una calma estática y solemne, que también se despliega en la amplia disposición en perspectiva de la Transfiguración (hacia 1474, Museo Nacional de Capodimonte, Nápoles). En esta última obra es clara la armónica fusión de las figuras humanas con un paisaje doméstico inspirado en las colinas vénetas, dulcemente modulado bajo la desbordante luminosidad del cielo, que hizo del menor de los Bellini el iniciador del paisajismo veneciano y uno de los máximos exponentes de este género.

En torno a 1475 aparece en escena Antonello da Messina, que a través de la desmembrada pala de San Casiano introduce en Venecia el preciosismo flamenco y una serie de novedades compositivas e iconográficas que van a enriquecer el lenguaje pictórico de Bellini. Al parecer, en una obra desaparecida casi contemporánea a la de Antonello da Messina, situaba los personajes en un ambiente espacial unificado y definido.

En sus postreros y no menos prodigiosos años de actividad, el maestro continuó ampliando y modulando sus paisajes en dulces cadencias de colinas iluminadas por una cálida luz meridiana, como puede verse en la gran pala con el Bautismo de Cristo de la iglesia de Santa Corona en Vicenza, datable en el primer decenio del siglo XVI. 



Alegoría Sacra

Una perfecta y a la vez insólita conjunción entre espacio y juego tonal la encontramos en la Alegoría Sacra (alrededor de 1500, Galería de los Uffizi, Florencia), inspirada por los humanistas venecianos. El significado de esta pintura no ha sido aun completamente identificado, la lectura temática se ve dificultada por la complejidad de figuras diversas de tipo religioso, mitológico y paisajístico. Se anuncia la riqueza tonal de Giorgione y Lotto y el misterioso clima poético de las composiciones mitológicas venecianas. 

En otras obras el paisaje aparece enriquecido con edificios copiados de la realidad o episodios geórgicos, especialmente en las últimas vírgenes con el Niño, para las cuales Bellini adoptó cada vez con más frecuencia un formato apaisado, con objeto de dejar más espacio para el paisaje y, de ese modo, expresar con total comodidad en sus representaciones el encuentro y la íntima comunión entre las criaturas celestes y la realidad terrenal. Ejemplo de ello es la Madonna del prado (hacia 1500 - 1501, National Gallery Londres) y la Virgen con Niño bendiciendo (1510, Pinacoteca de Brera, Milán), en las cuales se advierten ecos de Giorgione. 

La personlidad de Giovanni Bellini, siempre poderosa aunque siempre cambiante, fue capaz de concretar en sus manos y legar a la pintura véneta todo un repertorio de recursos técnicos y expresivos que nunca antes se habían dado reunidos en un mismo pintor. Por ello, su estilo se impondría en la ciudad de la laguna y marcaría la evolución de numerosos autores, entre los que cabe mencionar a Cima da Conegliano (1449 - 1517), o a otros como Giovanni Buonconsiglio, Andrea Previtali, Marco Basaiti o Bartolomeo Montagna. Más importantes son los nombres de algunos de sus discípulos directos como Palma el Viejo o Sebastiano del Piombo y, sobre todo, Giorgione y Tiziano, capaces de profundizar en las enseñanzas de su mentor. Fue Tiziano el encargado de concluir una de las pocas pinturas de temas profanos de Bellini, El festín de los dioses (National Gallery of Art, Washington), firmada y fechada en 1513. El hecho de que el máximo genio veneciano del siglo XVI pudiese llevar a término la obra de Bellini sin apreciables diferencias de lenguaje constituye una prueba de la modernidad a la que fue capaz de adaptarse gradualmente el viejo maestro en los años finales de su vida.



Madonna del prado






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