Vistas de página en total

sábado, 6 de abril de 2013

José de Ribera


José de Ribera y Cucó (Játiva, España, 12 de enero de 1591 - Nápoles, Italia, 2 de septiembre de 1652), pintor y grabador español del siglo XVII, que desarrolló toda su carrera en Italia y príncipalmente en Nápoles. Fue también conocido con su nombre italianizado, Giuseppe Ribera con el apodo Il Spagnoletto (El españolito), debido a su baja estatura. Además solía firmar sus obras como Jusepe de Ribera, español. 

Cultivó un estilo naturalista que evolucionó del tenebrismo de Caravaggio hacia una estética más colorista y luminosa influida por Van Dyck y otros maestros. Contribuyó a forjar la gran escuela napolitana que le reconoció como su maestro indiscutible, y sus obras, enviadas a España desde fechas muy tempranas, influyeron en técnica y modelos iconográficos a los pintores locales, entre ellos Velázquez y Murillo. Sus grabados circularon por medio Europa. Autor prolífico y de éxito comercial, su fama reverdeció durante la eclosión del realismo en el siglo XIX. 

José de Ribera es un pintor destacado de la escuela española, si bien su obra fue realizada íntegramente en Italia. Etiquetado durante mucho tiempo como un autor truculento y sombrío, este prejuicio se ha diluido durante las últimas décadas gracias a múltiples exposiciones e investigaciones que lo reinvindican como creador versátil y hábil colorista. Hallazgos recientes han ayudado a reconstruir su primera producción en Italia, etapa a la que el Museo del Prado dedicó una exposición en 2011. 

José de Ribera y Cucó nació en Játiva, en 1591. Se cree que inició su aprendizaje en el taller muy frequentado de Francisco Ribalta. Decidió marcharse a Italia, donde seguiría las huellas de Caravaggio. Siendo aun adolescente inició su viaje, primero al norte, a Cremona. Milán y Parma, para trasladarse luego a Roma, donde el artista conoció tanto la pintura clasicista de Reni y Ludovico Carrachi, como el áspero tenebrismo desarrollado por los caravagistas holandeses residentes en la ciudad. La reciente identificación de varias de sus obras juveniles demuestra que fue uno de los primeros seguidores de Caravaggio. 

Finalmente decidió instalarse en Nápoles: la región era un virreinato español y vivía una etapa de opulencia comercial que fomentaba el mecengazo artístico. La Iglesia Católica y coleccionistas privados, varios de ellos españoles, serían sus principales clientes. 





En el verano de 1616 finalmente desembarc{o en la famosa metrópoli a la sombra del Vesubio. Pronto se asentó en la casa del anciano pintor Giovanni Bernardino Azzolini,  no muy famoso en aquel tiempo. Había acabado su viaje pero el apogeo de su arte estaba a punto  de comenzar. En pocos años José de Ribera adquirió fama europea, gracias especialmente a sus grabados. 

La fusión de influencias italianas y españolas dio lugar a obras como el Sileno ebrio (1626) y El martirio de San Andrés (1628). En siglos posteriores la apreciación de su arte se vio condicionada por la aparición de una leyenda negra que lo presentaba como un pintor fúnebre y desagradable, que pintaba obsesivamente temas de martirios con un verismo truculento. Esta idea equivocada se impuso en los siglos XVIII y XIX en parte por escritores extranjeros que no conocían toda su producción. En realidad evolucionó del tenebrismo inicial a un estilo más luminoso y colorista, con influencias del renacimiento veneciano y de la escultura antigua y supo plasmar de igual manera lo bello y lo terrible. Su gama de colores se aclaró en la década de 1620, por incluencia de Van Dyck, Guido Reni y otros pintores, y a pesar de serios problemas de salud, continuó produciendo obras importantes hasta su muerte. 

Sus primeros años han permanecido sumidos en interrogantes por carencia de documentación y por la aparente desaparición de todas sus obras de esa época. En la última década varios expertos han conseguido identificar como suyas más de treinta pinturas sin firmar, que ayudan a reconstruir su juventud inmersa en el tenebrismo de Caravaggio, del que hubo de ser uno de sus primeros difusores. 

Las primeras obras juveniles de Ribera que fueron aceptadas como autógrafas son cuatro óleos de la serie Los cinco sentidos (1615) que se hallan dispersos en cuatro colecciones diferentes: Museo Franz Meyer (México, D.F.), Museo Norton Simon (Pasadena), Wadsworth Atheneum (Estados Unidos) y colección Juan Abelló (Madrid). Una gran pintura, La resurrección de Lázaro (1616) fue adquirida por el Museo del Prado en 2001, cuando su autoría aun era discutida. Por su parte, El martirio de San Lorenzo fue recientemente autentificado, y un raro ejemplo de desnudo, Susana y los viejos (Madrid, propiedad privada). La Galería Borghese de Roma posee El juicio de Salomón, mientras que se perdió el cuadro San Martín compartiendo su capa con el pobre, aunque aun subsiste una copia. 

Desde 1620 a 1626 apenas se fechan obras pictóricas. De este período, sin embargo, datan la gran mayoría de sus grabados. En esta época muestra su gusto por los temas de la vida cotidiana, que plasma de manera semejante a lo que lo hacen los caravagistas nórdicos, los cuales ejercen una gran influencia en sus obras por su contacto con Roma. 




Entre 1620 y 1630 son aquellos en los cuales se dedicó más tiempo al grabado, dejando algunas estampas de belleza y calidad excepcionales: San Jerónimo leyendo (1624), El poeta y Sileno ebrio. Se le atribuyen un total de 18 planchas, todas menos una anteriores a 1630, y se cuenta que las grabó con fines promocionales, para difundir su arte y captar encargos de pintura. Entre los años 1626 y 1632 realizó sus obras más rotundas que muestran su fase más tenebrista son aquellas composiciones severas de grandes diagonales luminosas que llenan la superficie. Destaca la serie de San Pedros que pintó a lo largo de aquellos años. 

La década de 1630 es la más importante del artista, tanto por el apogeo de su arte como por su éxito comercial. El pintor aclara su paleta bajo la influencia de Van Dyck y la pintura veneciana del siglo anterior sin rebajar la calidad del dibujo y la fidelidad naturalista. Una gran Inmaculada, pintada para el Convento de las Agustinas de Salamanca es considerada una de las versiones más importantes del tema de la pintura europea. Se cree que Murillo la tuvo en cuenta para sus populares versiones posteriores. 

Sus temas pictoricos son mayormente religiosos, el artista plasma de manera muy explícita escenas de martirios como el Martirio de San Bartolomé (1644) o el Martirio de San Felipe (1639), así como representaciones individuales de medias figuras o de cuerpo entero de los apóstoles. Sin embargo realizó también obras de carácter profano: figuras de filósofos (Arquímedes, 1630, Museo del Prado), temas mitológicos como el Sileno ebrio (1626, su primer cuadro firmado y fechado), representaciones alegóricas de los sentidos (Alegoría del tacto (1632), también conocida como El escultor ciego), unos pocos cuadros de paisajes y algunos retratos como La mujer barbuda

La década de los 40, con las interrupciones debidas a su enfermedad, supuso una serie de obras de un cierto clasicismo en la composición, sin renunciar a la energía de ciertos rostros individuales. En su última obra también experimenta un cambio estilístico que le devuelve a las composiciones tenebristas de su primera etapa. Siguió siendo un artista de éxito comercial y prestigio y fue maestro de Luca Giordano en su taller napolitano, influyendo en su estilo. 

La crisis económica que sucede a la revuelta de Masaniello en Nápoles (1647) afectó la producción pictórica de José de Ribera, quien además se vería envuelto en un escándalo. Su taller ve reducido en número de oficiales, huidos de Nápoles por temor a las represalias y, sin embargo, aun firma algunas de sus obras maestras el mismo año de su muerte. Son ejemplos La Inmaculada Concepción (1650, Museo del Prado), San Jerónimo penitente (1652, Museo del Prado) y una gran Sagrada Familia (Metropolitan Museum de Nueva York), cuya ternura y riqueza de color sintetizan con Guido Reni.



Entre sus obras más importantes podemos mencionar: 


  • Sileno borracho (1626). Este lienzo se encuentra en el Museo de Capodimonte en Nápoles. De él también existe una versión grabada, levemente distinta.
  • San Andrés (1630). Se encuentra en el Museo del Prado en Madrid. 
  • La mujer barbuda (1631). El lienzo se encontraba hasta hace unos años en el Hospital Tavera de Toledo, actualmente está depositado en el Museo del Prado. Es uno de los cuadros más insólitos de la pintura europea del siglo XVII. 
  • San Pedro. Desde finales de los años 20 del siglo XVII fue pintado una serie sobre el primer obispo de Roma, como el del Instituto de Arte de Chicago, el del Museo Kelvingrove de Glasgow o el que existió en las Capuchinas de Alicante. 
  • La Inmaculada Concepción (hacia 1636). El cuadro se encuentra en la iglesia del Convento de las Agustinas Recoletas en Salamanca, situado frente al palacio de Monterrey. Sucia y en malas condiciones por largo tiempo fue restaurada con motivo de la exposición antológica de Ribera celebrada en el Museo del Prado en 1992.
  • La Trinidad (1635 - 1636). Este cuadro se encuentra en el Museo del Prado en Madrid. Existe una réplica, casi idéntica en el Monasterio del Escorial. 
  • Asunción de la Magdalena ( 1636). Este cuadro se hallaba en el Escorial, hoy en día se lo encuentra en la Academia de San Fernando. Aparece en el inventario de 1700 como una Magdalena con marco dorado de tres varas y cuatro de largo.
  • El martirio de San Felipe (1639). Este cuadro se expone en el Museo del Prado, Madrid.
  • El sueño de Jacobo (1639).  Este cuadro se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. 
  • María Magdalena en el desierto (1641). Cuadro del Museo del Prado del que existe otra versión casi idéntica en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. 
  • El lisiado o El patizambo (1642). Este lienzo se encuentra en el Museo del Louvre de París. El cuadro representa a un joven mendigo de aspecto humilde. El artista muestra la figura del lisiado de manera casi monumental, con tonos monocromos y una estructura compositiva simple.
  • Santa María Egipciana (1651). Este cuadro se encuentra en el Museo Cívico Gaetano Filangeri de Nápoles. Forma parte de la nutrida serie de santos y santas que constituyeron el tema favorito de una clientela profundamente marcada por el espíritu de la Contrarreforma. Como en las obras maduras, los fuertes contrastes clarosuristas son sustituidos por un uso más natural de la luz. 





José de Ribera es una de las figuras capilares de la pintura universal del siglo XVII, en cierto modo una de las más influyentes, ya que sus formas y modelos se extienden por toda Italia, Centroeuropa y la Holanda de Rembrandt, dejando una gran huella en España. 

La especial circunstancia de ser un extranjero en Italia le ha hecho ser visto como una persona ajena a su tradición y a sus gustos. A su llegada a Italia está en todo su apogeo la novedad caravaggesca, en tensión con la renovación romana-boloñesa que revivía el gusto clasicista. Por ese motivo adoptó el tenembrismo que daban los flamencos y holandeses presentes en Roma, pero no dejó de ver y asimilar algo de las formas bellas del mundo clasicista. 

Completa su formación enriqueciéndose con otras obras de la cultura italiana que le son pronto familiares. Ante todo, el estudio de la gran pintura del Renacimiento. En su educación encontramos otro elemento que lo distancia de los artistas españoles: es el estudio de la antigüedad clásica, al modo que hacían los maestros renacentistas y barrocos europeos. Se interesa por los temas mitológicos y estudia las esculturas del antiguo Imperio Romano. Su extraordinaria calidad como dibujante y su dominio de la anatomía lo alejan de los pintores españoles de su época, mayormente limitados por la clientela religiosa y por cuestiones de moral.

Es un creador extraordinario ya que posee la habilidad de crear imágenes palpitantes de pasión verdadera al servicio de una exaltación religiosa. Su maestría colorista, que recoge toda la opulencia sensual de Venecia y de Flandes a la vez que es capaz de acordar las más refinadas gamas planteadas del más recogido lirismo, y su inagotable capacidad de inventor de tipos humanísticos que prestan su severa realidad a santos y filósofos antiguos con idéntica gravedad, hacen de él una de las cumbres de su siglo. 

En los últimos treinta años se han realizado estudios, con los cuales surgieron nuevas exposiciones, celebradas en 1992 en Nápoles, Madrid y Nueva York. Precedente de ello fue la publicación de un catálogo casi completo de las pinturas que se le atribuían. Con ello se puso a disposición de todos un enorme caudal de obras que permitían abordar el estudio de este gran artista y superar los prejuicios que distorcionaban su valoración. En 2011 una exposición en Madrid y Nápoles ha plasmado los últimos hallazgos sobre el artista: su etapa inicial en Italia. Se han identificado como suyos más de treinta óleos sin firmar, que demuestran su precoz maestría y le sitúan entre los primeros difusores del tenebrismo de Caravaggio.




1 comentario:

  1. Es importante poner en el pie de foto el nombre de la obra y el año de ejecución, ya que si no, no nos enteramos los neófitos.

    ResponderEliminar