lunes, 25 de junio de 2012

Pintura del Paisaje


Paisaje es el nombre del género pictórico que representa escenas de la naturaleza, tales como montañas, árboles, valles ríos y bosques. Casi siempre incluye el cielo (o celaje)y las condiciones atmosféricas pueden ser un elemento importante de la composición. Además del paisaje natural, también se trata, como un género específico el paisaje urbano. En la historia de la pintura el paisaje fue adquiriendo cada vez más relevancia, desde su aparición como fondo de escena de otros géneros (como la pintura de historia o retrato), hasta constituirse como género autónomo en la pintura holandesa del siglo XVII. También es un motivo esencial para la pintura japonesa.

Según el tema que se represente, se la puede diferenciar en: 

  • Marinas: composiciones que muestran océanos, playas o mares
  • Paisajes fluviales: composiciones con ríos y/o riachuelos
  • Paisajes estelares y/o paisajes nublados: se pueden observar nubes, formaciones de climas y condiciones atmosféricas varias
  • Paisajes urbanos
  • Paisajes aéreos: se muestra la superficie terrestre vista desde aeroplanos o naves

Durante toda la Edad Media y el Renacimiento, el paisaje se concibe como una obra divina. En la pintura occidental, la representación realista del paisaje, comenzó dentro de las pinturas religiosas del siglo XIII. Fue Giottoel primero que, abandonando los modelos bizantinos sustituyó el fondo dorado de las imágenes sagradas por escenarios de la realidad. Poco a poco durante la Baja Edad Media, la atención a estos retazos de naturaleza que aparecían en las escenas sagradas o míticas fue ampliándose, pero su carácter secundario lo revela el hecho de que muchas veces se dejaba a ayudantes, como ocurre en la Anunciación florentina de Fran Angélico. Dentro del estilo ítalo-gótico, Ambrogio Lorenzetti superó la representación topográfica para crear auténticos paisajes dentro de sus alegorías del Buen y del Mal Gobierno en el Palacio Comunal de siena, al estudiar las horas del día y las estaciones.

El paisaje adquirió autonomía iconográfica en el siglo XVI. Gracias, sobre todo al arte flamenco y alemán, como, por ejemplo, Alberto Durero que deja numerosas acuarelas de paisajes. En su forma idealizada de inspiración clásica, fue el Perugino, maestro de Rafael, uno de los más destacados elaboradores de vastos espacios en los que se situaban los personajes, con una fuerte acentuación del paisaje. En Venecia, con su luz cambiante sobre las aguas, se esmeraron por lograr realismo reflejando vistas de la laguna, sus calles y monumentos, así como la tierra firme, y de los fenómenos atmosféricos.






En Flandes, la primera representación del paisaje independiente fue la de Joachim Painir, cuyas composiciones religiosas o mitológicas están totalmente dominadas por la representación realista de la naturaleza. En la generación siguiente, algunas obras de género de Pieter Brueghel el Viejo, la figura humana queda reducida, siendo lo importante el paisaje representado, como ocurre, por ejemplo, con El invierno, del ciclo de estaciones del año, sin olvidar de mencionar a la Escuela del Danubio, en las que pintores de la talla de Lucas Cranach el Joven, se dedican a pintar paisajes panorámicos.


Fue durante el Barroco cuando la pintura de paisajes se estableció definitivamente como un género en Europa. Es un fenómeno propio del norte de Europa que se atribuye, en gran medida, a la reforma protestante y al desarrollo del capitalismo en los Países Bajos. La nobleza y el clero, hasta entonces los principales clientes de los pintores comenzaron a perder importancia, siendo sustituidos por la burguesía comerciante, que prefería los temas sencillos y cotidianos, por lo que alcanzaron independencia géneros hasta entonces secundarios como el bodegón, el paisaje o la escena de género. Se produjo tal especialización que cada pintor se dedicaba a un tipo de paisaje específico. Así había pintores que tomaban como tema los terrenos que quedaban bajo el nivel del mar con sus canales y molinos y molinos de viento, como Van Goyen y Jacon Ruysdael, entre otros.


Hubo quienes cultivaron el paisaje urbano, las urbes holandesas, con sus casas de ladrillos y las agujas de las iglesias en el horizonte. Aunque Vermeer se dedicó sobre todo a la escena de género, pinto el paisaje urbano más conocido de la época: La vista de Delft, fue considerada por Marcel Proust como el cuadro más bello del mundo que inmoralizó en su En busca del tiempo perdido. 


Mientras que en el norte de Europa se desarrollaba todo tipo de paisajes puros, en el sur se seguía necesitando una anécdota religiosa, mítica o histórica como pretexto para pintar paisajes. Se trataba del paisaje denominado clásico o heróico de caracter idílico , construido a partir de varios elementos. El título del cuadro y los pequeños personajes perdidos en la naturaleza son la clave de la historia. Esta misma línea fue seguida por Nicolás Poussin y Claudio Lorena, este último es considerado un paisajista moderno debido a que observó atentamente la naturaleza e hizo estudios al aire libre sobre la luz y las diferentes horas del día, las sombras sobre los edificios, los reflejos en el agua. Aunque realizó algunos paisajes, el corazón de su obra han sido los temas mitológicos e históricos. 


En el siglo XVIII cultivaron este género artistas tales como Canaletto. Se especializó en el su género de las vedute, perspectivas urbanas que los viajeros extranjeros veían en sus viajes a Italia y que luego se llevaban como recuerdo. Canaletto visitó Inglaterra y recibió encargos para realizar paisajes ingleses. Su sobrino Belotto siguió la misma línea, aunque consiguió imprimir a sus cuadros un estilo propio. 








En Europa la pintura del paisaje fue la gran creación artística del siglo XIX. En la época romántica el paisaje se convirtió en actor o productor de emociones y experiencias subjetivas. John Constable se dedicó a pintar paisajes de la Inglaterra rural, incluyendo aquellos lugares que le eran conocidos desde la infancia, con una técnica de descomposición de color, además realizó estudios de fenómenos atmosféricos. William Turner, su contemporáneo, reflejó en sus obras la modernidad. 


En Alemania Phillip Otto Runge y Caspar David Friedrich, los dos artistas más destacados de la pintura romántica alemana se dedicaron a la pintura de paisajes de su país. En realidad pretendían crear cuadros religiosos, mediante el reflejo de la grandeza de los paisajes.


Con Camille Corot comenzó una nueva manera de tratar el paisaje. Como hizo después la escuela de Barbizon y más adelante el impresionismo, observó de manera meticulosa la luz y el color para crear una representación fiel a lo visto por el observador. Al regresar a Francia viajó por todo el país en busca de nuevos paisajes, frecuentó el bosque de Fontainebleu, donde conoció una serie de pintores que cultivaban el paisaje realista. El más destacado exponente de la Escuela de Barbizon fue Théodore Rousseau.


El enlace entre esta escuela y la corriente impresionista la realizaron Eugène Boudain y Johan Barthold Jongkind, que trabajaron al aire libre, pintando paisajes bañados en luz. Los impresionistas buscaban sus motivos en la naturaleza real que los rodeaba. Trabajaron con manchas de color, grandes pinceladas, sin el acabado pulido, esmaltado y frñio de una pintura de paisaje tradicional, reflejando la impresión del paisaje. La obra emblemática de este movimiento es Impresión, sol naciente (1874) de Claude Monet. 


La pasión del posimpresionista Vincent Van Gogh por la obra de sus predecesores lo llevó a pintar el paisaje provenzal a partir de 1888. Su obra, de colores intensos, en las que la figura se deforman y curvan , alejándose del realismo, es un precedente de las tendencias expresionistas.









Las escuelas nacionales de pintura surgieron a través de paisajistas que que se optaron por pintar su tierra, apartándose del paisaje italiano. En los Estados Unidos, Frederick Edwin Church, gran pintor de panoramas realizó composiciones que simbolizan la grandeza e inmensidad del continente americano. La Escuela del Río Hudson, durante la segunda mitad del siglo XIX fue la más conocida manifestación autóctona del arte de paisajes. La obra de Thomas Cole, fundador de la escuela, tiene mucho en común con los ideales filosóficas de las pinturas paisajísticas europeas.


Conforme los exploradores, naturalistas, marineros, comerciantes y colonos llegaron a las costas de Canadá en los primeros años de la exploración, se enfrentaron a lo que veían como un entorno hostil y peligroso. Intentaron dominar aquel territorio, trazando mapas del mismo, documentándolo y reivindicándolo como propio. Su entendimiento de la naturaleza de aquella nueva tierra fue muy variada, desde observaciones exactas hasta otras completamente fantásticas o extravagantes, documentadas en los paisajes que produjeron. Los mejores exponentes del arte del paisaje canadiense pueden encontrarse en la obra del Grupo de los Siete, alrededor del año 1920.


La pintura contemporánea disolvió la existencia de los géneros, pero dentro de los diferentes movimientos de vanguardia se distinguen algunos cuadros de paisajes, con el sello de su autor. Cézanne, el padre de la pintura moderna dedicó toda una serie de de pinturas a la montaña Sainte-Victoire. Derain, Duffy, Vlaminck y Marquet realizaron paisajes fovistas, mientras que George Bracque, uno de los fundadores del cubismo, trató el paisaje de L'Estaque. En la Viena de principios de sigloprodujeron pinturas de paisaje Gustav Klimt y Egon Schiele.


Los expresionistas transmitieron sus sentimientos y sensaciones cromáticas a través del paisaje, como lo realizaron Erich Henkel y Karl Schmitt-Rotluff en sus cuadros pintados en el pueblo de Dangast, Emil Nolde o Kokotschcka.













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