lunes, 21 de noviembre de 2011

Claude Monet y la serie sobre la Catedral de Rouan

CLAUDE MONET Y LA SERIE SOBRE LA CATEDRAL DE ROUAN








El clímax del impresionismo. Así se ha descrito la serie de las visitas de la Catedral de Rouan llevada a cabo por Claude Monet entre 1892 y 1894. La serie consistente en 31 lienzos que muestran la fachada de la catedral gótica de Rouan bajo distintas condiciones de luz y de clima provocó una admiración inmediata entre la crítica de su tiempo, y fue alabada por muchos maestros posteriores, desde Wassily Kandinsky hasta Roy Lichtenstein.

La representación de un mismo motivo pictórico en distintos momentos para observar los cambios realizados por la luz natual no era nueva para Monet, que ya en 1890 y 1891  había llevado a cabo una serie de 15 lienzos representando unos almiares a las afueras de Giverny. Estos almiares se representan en pleno sol, al amanecer o en el ocaso, a finales de verano o en pleno invierno, o bien en el deshielo. Las pinturas se deben ver más como un interés por la naturaleza dinámica que por una teoría pictórico-científica. La serie tuvo un gran éxito comercial y de crítica. Wassily Kandinsky tuvo la oportunidad de ver uno de dichos cuadros en una exposición en Moscú en 1895 y quedó impresionado hasta el punto de sugerirlo como primera obra abstracta de la pintura.


Con las Catedrales Monet va aun más allá: no se trata, como sucedió en los alimares de representar, de un modo tangible los montones de paja bajo distintas condiciones lumínicas y climáticas. En los lienzos de la Catedral de Rouan el auténtico objetivo no es el modelo arquitectónico al que Monet representa desde un punto de vista cercano al exceso, de modo que la arquitectura, debido a la casi ausencia de la perspectiva, pierde su grandiosidad y queda incluso seccionada en torres y pináculos: el edificio no es más que una excusa para mostrar el auténtico protagonista de la composición: la capacidad de la pintura de representar la cualidad dinámica de la luz y el ambiente que es capaz de dar vida a algo tan pétreo como la imponente fachada de la catedral gótica.


Incapaz de representar en un lienzo completo un cada vez más fugaz instante, Monet trabajaba, en instantes simultáneamente en varios lienzos, dedicándose a uno en concreto, cada vez que las condiciones de luz y de ambiente se parecían a las del cuadro en cuestión. Tal tarea debía resultar desesperante, y el propio pintor está a punto de abandonar su empresa. Monet llega a concluir varios de los lienzos en su taller, fiándose en su potentosa memoria visual. En 1894 la misión estaba concluida y Monet ya poseía tres descenas de capturas pictóricas de la Catedral.









Entre los 31 lienzos hay más diferencias a las debidas a las distintas condiciones de luz y ambiente. Monet eligió cinco puntos de vista diferentes (dos desde la plaza y tres desde diferentes habitaciones frente al edificio), representando el portal de la Catedral (frontalmente o desplazado hacia la derecha), o el portal y la torre d'Albane (a la izquierda del portal), pero siempre conservando un punto de vista inusualmente cercano. La elección de la paleta refleja los diferentes tonos con los que la luz del día iba tiñiendo dicha fachada: de unos suaves azules para los lienzos creados por la mañana, se pasa a unos ricos tonos ocres y dorados por los cuadros a plein sol, y castaños y grises para los días nublados.

Al contrario que con otras audaces empresas impresionistas, las Catedrales de Monet gozaron de una aceptación inmediata entre la crítica y el público: Monet hace que incluso las piedras cobren vida, declara el escritor George Clemenceau. En mayo de 1895 Monet seleccionó 20 lienzos para formar una exposición organizada por su amigo, el galerista Durand-Ruel. Pese al elevado precio de cada una de las vistas (entre 12.000 y 15.000 francos), el éxito fue rotundo. 

Las mejores reflexiones acerca de las series de la Catedral de Rouan, las podemos encontrar en una carta del propio Monet a su amigo Clemenceau en la que revelaba que: yo siempre he observado únicamente lo que el mundo me mostraba, para dar testimonio de ello en mi pintura. A su vez, el propio Clemenceau, en un ensayo  sobre el tema, titulado Pan, de 1896, reflexionaba, refiriéndose a la serie de las Catedrales: Frente a las veinte vistas del edificio por Monet, uno se percata que el arte, en su empeño por expresar la naturaleza con exactitud creciente, nos enseña a mirar, a percibir, a sentir. La piedra misma se transforma en una sustancia orgánica, y uno puede sentir como cambia de la misma manera que un momento de la vida sucede a otro. Los veinte capítulos de muestra de  luz en evolución han sido habilmente seleccionados para crear una pauta ordenada de esta evolución. El gran templo es en sí mismo un testamento de la unificadora luz del sol, y lanza su masa contra el brillo del cielo.

Si bien es con la serie de los Álamos al borde del Epte con las que Monet muestra su mayor cuota de lirismo y en la de Nenúfares alcanza logros que van más allá del puro impresionismo, esbozando la abstracción, la serie de La Catedral de Rouan es el punto álgido del impresionismo. Más de un siglo después, y repartidos entre varios museos y colecciones privadas, las vistas de La Catedral de Rouan de Claude Monrt son, además de objetos codiciados por cualquier Museo o coleccionista, el mejor testimonio pictórico de la audacia del impresionismo.



2 comentarios:

  1. El tema de las variaciones, que ya llevaba siglos funcionando en la música, se pasa por primera vez a la pintura y tiene un largo recorrido, por ejemplo las diferentes interpretaciones de Las Meninas, por Picasso, o el rostro de Marilyn, por Andy Warhol.
    Besos

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  2. En este sentido, Claude Monet fue un verdadero pionero, dejándonos infinidad de temas y series diversas, siendo aquellas de la Catedral y los Nenúfares (entre otros) algunas de las más conocidas, lo que allanó el camino para que otros artistas siguieran su ejemplo.
    Besos

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