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martes, 13 de noviembre de 2012

Pietro Perugino



Pietro di Crostoforo Vanucchi llamado El Perugino (1448 - 1523) fue un pintor cuatrocentista italiano en transición hacia el Alto Renacimiento. Sus dos influencias fundamentales fueron Piero della Francesca y Verrocchio. Fue titular de dos activísimos talleres contemporáneos, uno en Florencia y otro en Perugia. Su fama se vio oscurecida por la de su alumno más prestigioso, Rafael.

Nació en Città della Pieve, Umria. Su formación después de un primer contacto con la realidad artística perusina procede con el estudio de las grandes obras de Piero della Francesca que estaban diseminadas en Umbría, Las Marcas y la Toscana, asumiendo su luz y su monumentalidad características, integrando la arquitectura rigurosa y los personajes. De Piero della Francesca tomó la armonía entre la superficie y el volumen del cuadro. Perugia era en aquella época una vital ciudad artística donde trabajaron también Domenico Veneziano, Beato Angelico y Benozzo Gozzoli. Con estos ejemploslos pintores localesdesarrollaron una pintura luminosa y ornamentada con una narración fluida. 

Las primeras experiencias artísticas de El Perugino se apoyan probablemente en talleres locales como las de Bartolomeo Caporali y Fiorenzo di Lorenzo, conjuntamente con el entorno del taller de Benedetto Bonfigli.

Tuvo una primera estancia en Florencia, aparentemente, y según algunas fuentes en 1470, aunque otras lo sitúan en dicha ciudad recién en 1479. En Florrencia, el joven artista trabajó en el centro más importante de formación de jóvenes talentos, el taller de Andrea Verocchio, donde se practicaba la pintura, la escultura y la orfebrería. Allí trabajó con jóvenes talentos como Leonardo da Vinci, Domenico Ghirlandaio, Lorenzo di Credi, Filippo Lippi, y sobre todo con Boticelli. La formación artística en Florencia se basaba sobre todo en la práctica del dibujo natural, considerado una actividad fundamental de cualquier práctica artística, lo que llevaba a profundos estudios anatómicos. 

El Perugino fue uno de los primeros artistas que utilizó en Italia la pintura al óleo. Su primera actividad se ha reconstruido a base de comparaciones estilísticas. Se considera como primeras obras aquellas en las que es más fuerte la búsqueda de la expresión a través del dibujo lineal, de clara ascendencia florentina, mientras que poco a poco se van situando en años posteriores aquellas obras donde se comienza a manifestar una transición hacia el estilo moderno, basado en una mayor pureza formal, con atención a la armonía compositiva y un uso más mórbido y difumado de los colores. Su primera obra fue la Virgen con Niño actualmente en el Courtauld Institute of Arts en Londres. 





Perugino regresa a Perugia donde su formación florentina se muestra en obras de juventud como Las escenas de la vida de San Bernardino, que le encargaron en 1473 los franciscanos de Perugia. Se pintaron ocho tablillas, hoy dispersas, en las que intervinieron varios artistas, reconociendose la intervención de El Perugino en las dos tablillas de mejor calidad. En ellas la arquitectura monumental y decorada prevalece sobre las pequeñas figuras humanas y predomina una luz tersa y muy nítida que procede de Piero della Francesca, con influencia de la escuela de Umbria. 

En el año 1478 siguió trabajando en Umbria, pintando los frescos de la capilla de la Magdalena en la iglesia de Santa María Assunta. La obra testimonia su creciente notoriedad con encargos de notable complejidad decorativa. Queda un fragmento de San Sebastián entre los santos Roque y Pedro, que pintó tanto en fresco como en óleo, se trata de un tema que permitía representar un desnudo masculino, joven y bello, con una excusa religiosa. La obra sirvió de modelo para numerosas réplicas para la devoción privada, pudiendo citarse, entre los más conocidos, los de Estocolmo y San Petersburgo. 

Alrededor de 1479 Sixto IV lo llamó a Roma, donde pinta el ábside de la capilla de la Concepción en el coro de la basílica vaticana, obra que quedó destruida en 1609, cuando se emprendió la reconstrucción de la basílica. Por los documentos se sabe que se trata de un ciclo representando la Virgen con Niño.

Tuvo tal éxito que el Papa le encargó la decoración de los muros de la Capilla Sixtina. Se reunieron un grupo de los mejores pintores florentinos, entre los que estaban Botticelli, Ghirlandaio y Cosimo Roselli. Se trataba de una obra en conjunto en la que los pintores tenían que respetar unas convenciones comunes: una común escala de dimensiones, una misma estructura rítmica, idéntica representación paisajística, una sola gama cromática y acabados en oro, de manera que las pinturas resplandecieran a la luz de las antorchas y las velas. De su intervención se conservan Retratos de papas, Viaje a Egipto y circuncisión del hijo Eliezer, el Bautismo de Cristo, y entre 1481/82 la célebre Entrega de las llaves a San Pedro, posiblemente la obra más conocida del artista y una de las obras maestras de la pared norte de la Capilla Sixtina. 

Después de realizar los frescos en la Capilla Sixtina el Perugino regresó a Florencia, donde trabajó entre 1486 y 1499, aunque duranre ese tiempo realizó un viaje a Roma y otro a Perugia. Raramente disponía de ayuda fija, prefería reclutar directamente en los lugares adonde viajaba, permitiendo que su estilo se acomodase de vez en cuando al contexto local. De esta época son sus mejores retratos, en los que demostraba un espíritu agudo de observación analítica. Su habilidad como retratista se pone en evidencia en los retratos de Fra Baldassarre y Don Viagio Milanesi y en el de Francesco delle Opere en 1492, obra maestra de el Perugino. La influencia en los retratos de Rafael es evidente. 





Su taller de Florencia recibió gran número de encargos. Su obra adquiere una mayor madurez, con amplias composiciones insertadas en grandes espacios abiertos. En 1483 participó del más ambicioso programa preparado por Lorenzo el Magnífico, la decoración de la villa Spedaletto, donde se reunieron los mejores artistas florentinos de la época: Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Filippino Lippi y Perugino. Las escenas, que tenían un carácter mitológico, se perdieron por completo. Aproximadamente en 1485 realiza el Tríptico Galitzin.

Creó una serie de tablas para el Convento de los Ingesuati de San Giusto, situado fuera de las murallas de Florencia, frescos y pinturas sobre tabla: Crucifixión con Santos (1485 - 1490), Cristo en el huerto (1492) y Piedad (1493/94) el fresco para el refectorio de las monjas de Fuligno. En estas obras empezó a usar un encuadramiento arquitectónico de las figuras bajo un pórtico, a menudo de diseño idéntico, de las formas simples pero solemnes, abiertas sobre un paisaje que dilataba el espacio gracias al uso de la perspectiva aérea, a menudo llevado a una maestría con los delicados acordes de verde agua y de azules. Asume una importancia cada vez mayor la figura en primer plano, llegando a ser la medida que define las relaciones espaciales y volumétricas de todo el cuadro. Otra ejemplo de ello es La visión de San Bernardo (1489 - 1494), realizado para la capilla que la familia Nasi tenía en Florencia. 

El rostro de las vírgenes en estos años noventa madura, resultan más simples y severas, en lugar de las jóvenes refinadas y elegantes de obras precedentes. Son ejemplo de ello la Virgen con el niño y los Santos Juan Bautista y Sebastián pintada en 1493 para la iglesia de San Domenico de Fiésole, y que hoy se conserva en la Galería Uffizi. El ejemplo de su estilo suave, presentando a las figuras bajo una arcada, la Virgen con el Niño y dos Santas (1493/95), realizadas para el tiempo en el que trabajaba en la iglesia de San Pedro en Perugia, estando Rafael en su taller. De 1493 a 1496 pintó el fresco de la Crucifixión para el cabildo de Santa María Magdalena de Pazzi (Florencia), entre 1494/95 data la Piedad para el convento florentino de monjas de Santa Clara, obra que actualmente se encuentra en la Galería Palatina del Palacio Pitti. El año 1500 corresponde el Retablo de Vallombrosa, hoy en la Galería de la Academia.

También del taller de Perugia salieron numerosas obras maestras. Entre finales del año 1495 y 1496 el Retablo de los Decenviros. De este retablo se conserva en la Pinacoteca Vaticana la Virgen con el Niño y los santos Lorenzo, Ludovico de Tolosa, Herculano y Constancio (1495/96). Mucho más refinado fue el políptico de la Asención de Cristo o Políptico de San Pedro, actualmente en el Museo Municipal de Lyon. 

Mención especial merece la obra maestra, muy alabada por sus contemporáneos, realizada en la Sala de Cambio de Perugia. En 1496 la cofradía del cambio (cambistas o banqueros) de Perugia le pidió que decorara su sala de audiencias. Perugino fue responsable de sus dibujos y sus alumnos muy probablemente fueron los que lo ejecutaron. En esta obra el pintor lleva al máximo sus posibilidades expresivas.




En este momento el artista es ampliamente apreciado, influía con su lenguaje a muchísimos artistas, muchos de ellos ya célebres, que intentaban dar a su arte una dirección clasicista. Príncipes, gobernantes y grandes señores le hacían numerosos encargos que debían ser realizados por el taller, con la creación de obras autógrafas, solo moderadamente y en ocasiones determinadas. En ese taller se estaba formando por ese entonces el joven Rafael, cuyas obras de juventud a veces se confunden con las del Perugino. Rafael tomó del Perugino los elementos de su evolución posterior: la concepción de la perspectiva y la composición. 

En el paso de uno a otro siglo el arte de Perugino había alcanzado su momento álgido. Es en esta época cuando retoma el esquema compositivo de la Entrega de las llaves a San Pedro en Los desposorios de la Virgen (1501- 1504), hoy en el museo de Caen. Fue también el modelo para la obra homónima de Rafael que se encuentra en la Pinacoteca de Brera en Milán, aunque actualmente esta atribución es puesta en duda, ya que se considera que puede ser de uno de los discípulos de el Perugino, Lo Spagna. 

Junto a estas grandes obras sigue produciendo pequeños cuadros para la devoción privada como la Virgen con el Niño de Washington (1501). Pero los gustos estaban cambiando y sus obras ya no agradaban como antes. En enero de 1503, la Marquesa de Mantua, Isabel de Este, después de haber buscado a través de sus emisarios a los mejores artistas activos en la plaza florentina, escogió a Perugino para realizar uno de los cuadros alegóricos de su estudio en el Castello de San Giorgio, en Mantua. Se trata del episodio de El combate entre el Amor y la Castidad que iba a insertarse en un complejo con otras obras de Andrea Mantegna y de otros pintores. La marquesa, a la entrega no quedó plenamente satisfecha, a lo que se sumaba la incomodidad del artista con figuras de dimensiones pequeñas y con la representación del movimiento. 

Con el nuevo siglo la variedad de invención era considerada un elemento fundamental de la creación artística. Perugino se vio superado, mientras se abría la época de los grandiosos éxitos de Leonardo da Vinci y de los demás genios como Miguel Ángel y el mismísimo Rafael. No fue el único artista que se vio en dificultades para renovar su propio estilo y poder seguir la extraordinaria novedad de  aquellos años: una crisis parecida la tuvieron también Luca Signorelli, Vittorio Carpaccio, y por otras razones Sandro Botticelli. En los grandes centros italianos (Florencia, Roma y Venecia) la novedad se manifestaba a menudo una después de la otra, a un ritmo muy veloz y aquellas obras que no implicaban novedad eran rechazadas.




Exiliado de los grandes centros artísticos, Perugino trabajó en los pequeños centros de la Umbria, donde su estilo aun se apreciaba, aunque se produjo un progresivo empobrecimiento de su arte. La participación de ayudantes explica las desigualdades de calidad de las pinturas de esos años. 

La última producción de el Perugiano está ligada a frescos devocionales en pequeñas ciudades de Umbria: la Piedad de Spello y la Adoración de los pastores de la Madonna delle Lacrime de Trevi. Aun se encontraba en Fontignano cuando murió a causa de la peste. Como otras víctimas, fue enterrado de manera precipitada en un terreno no consagrado, . Murió en posesión de una propiedad, dejando tres hijos. El alumno más destacado que tuvo fue Rafael, en cuyas primeras obras es más notable la influencia de Perugino. 

El Perugino fue el iniciador de un nuevo modo de pintar que fue llamado maniera moderna (es decir, estilo moderno), marcando el gusto de toda una época. Sus características principales son: la pureza formal, la serenidad de las composiciones de gran tamaño, el del dibujo bien definido y elegante, el color claro, lleno de luz y con refinadas modulaciones del claroscuro y los personajes liberados de características terrenales.

A lo largo de su vida Perugino fue un trabajador infatigable y óptimo organizador del taller, dejando numerosísimas obras. Algunos consideran que fue el primer artista-empresario, capaz de gestionar al mismo tiempo dos talleres muy activos: uno en Florencia, abierto desde los años setenta del siglo XV, y otro en Perugia, abierto en el año 1501, del que salió toda una generación de pintores de la escuela umbria que difundieron ampliamente su lenguaje artístico. Además recibía numerosos encargos que procedían de otras ciudades de Italia, como Lucca, Cremona, Venecia, Bolonia, Ferrara, Milán y Mantua, sin olvidar sus importantes en Roma y en las Marcas.

Sus contemporáneos lo consideraron como el más grande entre los protagonistas de aquella renovación del arte italiano en el apogeo del Renacimiento, entre las últimas décadas del siglo XV y principios del XVI. Sus innovaciones y el extraordinario nivel de calidad de su arte fueron bien comprendidos, tanto que al final del siglo XV era considerado unánimemente el más grande pintor de Italia. Más recientemente se ha renovado el interés por su arte, pero ligado, sobre todo, al resurgir de los estudios sobre el joven Rafael. Una ocasión para redescubrirlo fue la gran exposición monográfica sobre el pintor que le fue dedicada por la Galería Nacional de Umbria en el año 2004.







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