Calificado por Baudelaire como el más moderno de los artistas, Delacroix despreciaba su época, odiaba el progreso y era conservador en sus gustos y actitudes. Considerado de manera unánime la encarnación del Romanticismo en Francia, el pintor desdeñaba esta consideración y se reafirmaba como pintor clásico, respetuoso de la tradición, aunque no del academicismo.
Ferdinand-Eugène-Victor Delacroix era la materialización consumada de las paradojas , grandezas y dispersiones del movimiento romántico. Nació el 26 de abril de 1798 en Chareton-Saint Maurice, cerca de París. Su familia pertenecía a la burguesía del Antiguo Régimen, que, gracias a los cambios revolucionarios, se había visto promovida a los más altos cargos de la Administración. Su padre, Charles Delacroix había sido ministro de Asuntos Exteriores de la época del Directorio (1795 - 1799) y ocupaba el cargo de Ministro Plenipotenciario en los Países Bajos.
Eugène Delacroix se educará en un ambiente selecto y cultivado, propio de su clase y de las amistades y familiares que lo rodeaban. Uno de estos parientes era Henri François Riesener, hermanastro de su madre y discípulo de Jacques Louis David, quien se ocupó de la educación de Delacroix. Entra en el Liceo Imperial en donde adquiere una sólida cultura clásica y obtendrá varios premios de dibujo. Durante el verano de 1813 Delacroix se hospeda en la abadía de Valmont. Esta estancia marcará al joven, en ella adquiere el sentido de lo grandioso de la naturaleza y el amor por las ruinas, por lo misterioso.Desde allí visitará Rouan, ciudad que suscitará su admiración por la arquitectura gótica.
En 1815 logra ser admitido en el taller de Pierre Guerin. En su momento el estudio de Guerin era el hervidero de jóvenes románticos. Allí trabó amistad con un artista, siete años mayor que él, que habría de marcar los destinos de su pintura y de la pintura francesa de la primera mitad del siglo XIX: Géricault. Sin abandonar dicho estudio, al año siguiente ingresa en la Academia de Bellas Artes. Frecuenta por estas épocas la galería del Louvre, en donde copia con entusiasmo los lienzos de Rafael, Tiziano, Veronés y Rubens. Asimismo se lo autoriza a copiar numerosas estampas de la Biblioteca Real, y recibe su primer encargo en 1819, se trata de la Virgen de las mieses, para la iglesia parroquial de Ocemont. Su ejecución revela una enorme influencia de Rafael y en general del Renacimiento Italiano.
Las dificultades económicas le obligan a realizar diseños de maquinarias junto a su amigo Soulier para ganar algo de dinero. Esta penuria lo empuja a planear su explosiva entrada al mundo del arte a través del Salón, al que se presenta por primera vez en 1822. La obra que prepara para la ocasión es nada menos que La barca de Dante, que causa gran sensación y lo catapulta a la cima de los jóvenes pintores románticos, junto a Géricault. El éxito de la obra quedó patente cuando el Estado decidió adquirirlo, pasando a ser expuesto en el Palacio de Luxemburgo.
Para el Salón de 1824 Delacroix pinta la Matanza de Quíos obra con la que rompe la tendencia académica de considerar como sujetos del gran género histórico solo los sucesos de la Antigüedad. La elección de un tema contemporáneo , la falta de épica, lo evidente de la tragedia, lo sitúan como indiscutible cabeza del romanticismo, y como tal comienza a relacionarse con los exponentes literarios del Movimiento, merimée y Stendahl. Sin embargo, en ese mismo año, la muerte de Géricault habrá de afectarle profundamente. Delacroix se traslada al estudio del inglés Thales FIelding, con quien aprende a admirar la obra de Connstable.
En 1825, con los ingresos de la compra por parte del Estado de La Matanza de Quíos le ha reportado, marcha hacia Inglaterra en compañía de Bonington y Fielding. A pesar de sus impresiones negativas en principio, el saldo final de este viaje es revelador: rine visitas a los pintores David Wilkie y William Etty, , descubre las colecciones británicas de pintura, frecuenta las representaciones teatrales de Shakespeare y ahonda en el conocimiento de la obra de Bryon y Scott, y finalmente queda impresionado, de forma indeleble por el Fausto de Goethe.
En 1827 presenta al Salón la Muerte de Sardanápolo, que, aunque rechazada por las instancias oficiales de gustos ingresianos, se convierte en el manifiesto de la pintura romántica El Superintendente de Bellas Artes advierte al pintor que a menos que cambiara de estilo, no habrá de recibir más encargos de parte del Estado. Privado de encargos oficiales diseña el vestuario para Amy Robsart de Victor Hugo, representado con escaso éxito en el teatro Odeón. Asimismo completa una serie de 17 litografías para ilustrar la versión francesa de Fausto.
Su siguiente obra maestra presentada en el Salón en 1831, La Libertad guiando al pueblo, es el compendio de todas sus inquietudes políticas y sociales, una excepcional pintura que, comprada por el Estado, le ganó la Legión de Honor.
Delacroix, como verdadero romántico, no pudo sustraerse al interés por Oriente, por lo exótico que tanto proliferaba en Francia y en Inglaterra y que llenó, durante décadas, España y el norte de África de ávidos buscadores de lo pintoresco y lo extraño. Recomendado al conde de Mormay, Delacroix forma parte de una delegación enviada por el gobierno francés ante el sultán de Marruecos, en el contexto del expansionismo galo por ese país y Argelia. Entre enero y julio de 1832 el artista recorre Tanger, Mequinez, el sur de España y Argel. Su cuaderno de viajes, repleto de dibujos y anotaciones, habrá de proveerle de material por el resto de su vida. Obras como Mujeres de Argel en su apartamento deben su nacimiento a las profundas observaciones realizadas en ese periplo que refuerza su preferencia por el estudio del color y la acción de la luz sobre los tonos locales, así como su gusto por los maestros españoles, como Murillo a la cabeza.
La protección de Adolphe Tiers, su amigo periodista, que con el rey Luis Felipe llega a Ministro del Interior, le proporciona su primer encargo decorativo: la sala del rey en el Palacio Borbón. En 1833 entabla amistad con George Sand y Frédéric Chopin, a quien considera el único verdadero genio de su época. En 1834 pinta la Batalla de Taillenbourg para la Galería de Batallas de Versalles, y en 1838 la Entrada de los Cruzados a Constantinopla.
A través de Thiers, ahora Ministro de Comercio y Obras Públicas, recibe el encargo de la decoración de la Biblioteca de la Cámara de Diputados del Palacio Borbón, la cúpula del Senado en el Palacio Luxemburgo (1840), las pinturas de la capilla de Santa Inés en San Sulpicio (1849) y la galería de Apolo en el Museo del Louvre (1850) y el Salón de la Paz en el Hôtel de la Ville de París.
A partir de 1842, en que sufre un grave ataque de laringitis, su salud empeora, y se ve forzado a pasar largas temporadas de reposo en el campo, en su propia casa de Champrosay, o, en 1845, en los Pirineos. Sus cambios de residencia en París son constantes, también lo son sus aventuras amorosas, de desigual intensidad y resultado. Sin embargo, el reconocimiento oficial que su obra experimenta en la década de los cuarenta, le lleva a ser nombrado, en 1846, Oficial de la Legión de Honor.
La revolución de 1848 no gozó de la entusiasta simpatía con la que acogiera la de 1830. Sin embargo, la elección del futuro Napolón III como presidente de la Repúblico le abrió la posibilidad de una carrera oficial de la mano de su selecto círculo de amistades. En 1851 es nombrado Consejero Municipal, cargo que habrá de desempeñar hasta 1861 con escrupulosidad.
En 1855, al igual que Ingres, participa de la Exposición Universal con 42 cuadros, además de La caza del león, encargada por el Estado. En el mismo año recibe la encomienda de la Legión de Honor. Su trabajo decorativo, a partir de 1850, se concentra en el Hôtel de Ville, en la capilla de Santa Inés, que habría de ocupar hasta 1861. Los trabajos hubieron de ser interrumpidos en 1856, a causa de su enfermedad, que ya le impediría una actividad continuada hasta su muerte. Falleció, el 13 de agosto de 1863 en la capital francesa.
Fue, quizás, el pintor del siglo XIX más preocupado por los problemas de la técnica pictórica. Su búsqueda de soluciones lo llevó a recorrer la obra de Rafael, Vélazquez, Miguel Ángel y Rubens entre los antiguos maestros, o Constable entre los contemporáneos. Su influencia alcanzó a los impresionistas, a Millet, a Van Gogh en su traslación de los efectos del pastel al óleo, en su uso del fondo blanco (práctica común de los impresionistas), y sobre todo en la primacía del color sobre la línea a partir de una concienzuda aplicación de los principios científicos del color, influido por Chevreul, en la resolución de problemas técnicos.
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