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viernes, 23 de diciembre de 2011

Eugène Delacroix

EUGÈNE DELACROIX






Calificado por Baudelaire como el más moderno de los artistas, Delacroix despreciaba su época, odiaba el progreso y era conservador en sus gustos y actitudes. Considerado de manera unánime la encarnación del Romanticismo en Francia, el pintor desdeñaba esta consideración y se reafirmaba como pintor clásico, respetuoso de la tradición, aunque no del academicismo.

Ferdinand-Eugène-Victor Delacroix era la materialización consumada de las paradojas , grandezas y dispersiones del movimiento romántico. Nació el 26 de abril de 1798 en Chareton-Saint Maurice, cerca de París. Su familia pertenecía a la burguesía del Antiguo Régimen, que, gracias a los cambios revolucionarios, se había visto promovida a los más altos cargos de la Administración. Su padre, Charles Delacroix había sido ministro de Asuntos Exteriores de la época del Directorio (1795 - 1799) y ocupaba el cargo de Ministro Plenipotenciario en los Países Bajos. 

Eugène Delacroix se educará en un ambiente selecto y cultivado, propio de su clase y de las amistades y familiares que lo rodeaban. Uno de estos parientes era Henri François Riesener, hermanastro de su madre y discípulo de Jacques Louis David, quien se ocupó de la educación de Delacroix. Entra en el Liceo Imperial en donde adquiere una sólida cultura clásica y obtendrá varios premios de dibujo. Durante el verano de 1813 Delacroix se hospeda en la abadía de Valmont. Esta estancia marcará al joven, en ella adquiere el sentido de lo grandioso de la naturaleza y el amor por las ruinas, por lo misterioso.Desde allí visitará Rouan, ciudad que suscitará su admiración por la arquitectura gótica. 

En 1815 logra ser admitido en el taller de Pierre Guerin. En su momento el estudio de Guerin era el hervidero de jóvenes románticos. Allí trabó amistad con un artista, siete años mayor que él, que habría de marcar los destinos de su pintura y de la pintura francesa de la primera mitad del siglo XIX: Géricault. Sin abandonar dicho estudio, al año siguiente ingresa en la Academia de Bellas Artes. Frecuenta por estas épocas la galería del Louvre, en donde copia con entusiasmo los lienzos de Rafael, Tiziano, Veronés y Rubens. Asimismo se lo autoriza a copiar numerosas estampas de la Biblioteca Real, y recibe su primer encargo en 1819, se trata de la Virgen de las mieses, para la iglesia parroquial de Ocemont. Su ejecución revela una enorme influencia de Rafael y en general del Renacimiento Italiano.



Las dificultades económicas le obligan a realizar diseños de maquinarias junto a su amigo Soulier para ganar algo de dinero. Esta penuria lo empuja a planear su explosiva entrada al mundo del arte a través del Salón, al que se presenta por primera vez en 1822. La obra que prepara para la ocasión es nada menos que La barca de Dante,  que causa gran sensación y lo catapulta a la cima de los jóvenes pintores románticos, junto a Géricault. El éxito de la obra quedó patente cuando el Estado decidió adquirirlo, pasando a ser expuesto en el Palacio de Luxemburgo. 

Para el Salón de 1824 Delacroix pinta la Matanza de Quíos obra con la que rompe la tendencia académica de considerar como sujetos del gran género histórico solo los sucesos de la Antigüedad. La elección de un tema contemporáneo , la falta de épica, lo evidente de la tragedia, lo sitúan como indiscutible cabeza del romanticismo, y como tal comienza a relacionarse con los exponentes literarios del Movimiento, merimée y Stendahl. Sin embargo, en ese mismo año, la muerte de Géricault habrá de afectarle profundamente. Delacroix se traslada al estudio del inglés Thales FIelding, con quien aprende a admirar la obra de Connstable.

En 1825,  con los ingresos de la compra por parte del Estado de La Matanza de Quíos le ha reportado, marcha hacia Inglaterra en compañía de Bonington y Fielding. A pesar de sus impresiones negativas en principio, el saldo final de este viaje es revelador: rine visitas a los pintores David Wilkie y William Etty, , descubre las colecciones británicas de pintura, frecuenta las representaciones teatrales de Shakespeare y ahonda en el conocimiento de la obra de Bryon y Scott, y finalmente queda impresionado, de forma indeleble por el Fausto de Goethe.

En 1827 presenta al Salón la Muerte de Sardanápolo, que, aunque rechazada por las instancias oficiales de gustos ingresianos, se convierte en el manifiesto de la pintura romántica El Superintendente de Bellas Artes advierte al pintor que a menos que cambiara de estilo, no habrá de recibir más encargos de parte del Estado. Privado de encargos oficiales diseña el vestuario para Amy Robsart de Victor Hugo, representado con escaso éxito en el teatro Odeón. Asimismo completa una serie de 17 litografías para ilustrar la versión francesa de Fausto. 




Su siguiente obra maestra presentada en el Salón en 1831, La Libertad guiando al pueblo, es el compendio de todas sus inquietudes políticas y sociales, una excepcional pintura que, comprada por el Estado, le ganó la Legión de Honor. 

Delacroix, como verdadero romántico, no pudo sustraerse al interés por Oriente, por lo exótico que tanto proliferaba en Francia y en Inglaterra y que llenó, durante décadas, España y el norte de África de ávidos buscadores de lo pintoresco y lo extraño. Recomendado al conde de Mormay, Delacroix forma parte de una delegación enviada por el gobierno francés ante el sultán de Marruecos, en el contexto del expansionismo galo por ese país y Argelia. Entre enero y julio de 1832 el artista recorre Tanger, Mequinez, el sur de España y Argel. Su cuaderno de viajes, repleto de dibujos y anotaciones, habrá de proveerle de material por el resto de su vida. Obras como Mujeres de Argel en su apartamento deben su nacimiento a las profundas observaciones realizadas en ese periplo que refuerza su preferencia por el estudio del color y la acción de la luz sobre los tonos locales, así como su gusto por los maestros españoles, como Murillo a la cabeza.

La protección de Adolphe Tiers, su amigo periodista, que con el rey Luis Felipe llega a  Ministro del Interior, le proporciona su primer encargo decorativo: la sala del rey en el Palacio Borbón. En 1833 entabla amistad con George Sand y Frédéric Chopin, a quien considera el único verdadero genio de su época. En 1834 pinta la Batalla de Taillenbourg para la Galería de Batallas de Versalles, y en 1838 la Entrada de los Cruzados a Constantinopla.

A través de Thiers, ahora Ministro de Comercio y Obras Públicas, recibe el encargo de la decoración de la Biblioteca de la Cámara de Diputados del Palacio Borbón, la cúpula del Senado en el Palacio Luxemburgo (1840), las pinturas de la capilla de Santa Inés en San Sulpicio (1849) y la galería de Apolo en el Museo del Louvre (1850) y el Salón de la Paz en el Hôtel de la Ville de París. 




A partir de 1842, en que sufre un grave ataque de laringitis, su salud empeora, y se ve forzado a pasar largas temporadas de reposo en el campo, en su propia casa de Champrosay, o, en 1845, en los Pirineos. Sus cambios de residencia en París son constantes, también lo son sus aventuras amorosas, de desigual intensidad y resultado. Sin embargo, el reconocimiento oficial que su obra experimenta en la década de los cuarenta, le lleva a ser nombrado, en 1846, Oficial de la Legión de Honor. 

La revolución de 1848 no gozó de la entusiasta simpatía con la que acogiera la de 1830. Sin embargo, la elección del futuro Napolón III como presidente de la Repúblico le abrió la posibilidad de una carrera oficial de la mano de su selecto círculo de amistades. En 1851 es nombrado Consejero Municipal, cargo que habrá de desempeñar hasta 1861 con escrupulosidad. 

En 1855, al igual que Ingres, participa de la Exposición Universal con 42 cuadros, además de La caza del león, encargada por el Estado. En el mismo año recibe la encomienda de la Legión de Honor. Su trabajo decorativo, a partir de 1850,  se concentra en el Hôtel de Ville, en la capilla de Santa Inés, que habría de ocupar hasta 1861. Los trabajos hubieron de ser interrumpidos en 1856, a causa de su enfermedad, que ya le impediría una actividad continuada hasta su muerte. Falleció, el 13 de agosto de 1863 en la capital francesa.

Fue, quizás, el pintor del siglo XIX más preocupado por los problemas de la técnica pictórica. Su búsqueda de soluciones lo llevó a recorrer la obra de Rafael, Vélazquez, Miguel Ángel y Rubens entre los antiguos maestros, o Constable entre los contemporáneos. Su influencia alcanzó a los impresionistas, a Millet, a Van Gogh en su traslación de los efectos del pastel al óleo, en su uso del fondo blanco (práctica común de los impresionistas), y sobre todo en la primacía del color sobre la línea a partir de una concienzuda aplicación de los principios científicos del color, influido por Chevreul, en la resolución de problemas técnicos.








viernes, 16 de diciembre de 2011

Museo d'Orsay, París:

MUSEO D'ORSAY, PARÍS






Situado en el corazón de París a lo largo del Sena, y frente al Jardín de las Tullerías, el Musée d'Orsay se ha instalado en la antigua estación d'Orsay, un edificio construido para la Exposición Universal de 1900. De esta manera, el edificio es la primera "obra" de las colecciones del Museo, que presenta el arte de las últimas décadas trnscurridas entre 1848 y 1914.

La calle de Lille traza el eje principal del antiguo Jardín de la Reine Marguerithe de Valois, esposa repudiada de Enrique IV. A su muerte, en 1615, la poseción fue vendida por lotes, se construyeron palacetes particulares en el barrio, mientras que, a la orilla del río, el puerto llamado la Grenoullière recibía los trenes de madera traídos por armadía sobre el Sena. La construcción del muelle d'Orsay comenzó en 1708,  a partir del Pont Royal y fue terminada bajo el Imperio. La vocación aristocrática del lugar se impuso definitivamente a finales del siglo XVIII, con la construcción del Hôtel de Salm (actualmente el Palacio de la Legión de Honor), entre 1782 y 1788.

En el siglo XIX el lugar de la futura Estación d'Orsay estaba ocupado por dos construcciones: la Caserna de la Caballería y el Palacio de Orsay, construido entre 1810 y 1830 por Charles Bonnard. Después de haberse destinado al Ministerio de Asuntos Exteriores, fue afectado al Tribunal de Cuentas y al Consejo de Estado. En la época de la Comuna, en 1875, el barrio entero fue incendiado.

En vísperas de la Exposición Universal de 1900, el Estado cedió los terrenos a la compañía de ferrocarriles de Orléans, que proyectaba construir en el lugar del Palacio una estación de término más céntrica. La tarea fue encomendada a Victor Laloux. Tras dos años de construcción, el 14 de julio de 1900 se inauguró la estación y el hotel para la Exposición Universal. De 1900 a 1920 la Estación de Orsay desempeñó el papel de cabeza de línea suroeste de Francia. Pero a partir de 1939, la estación dejaría de comunicar con los alrededores, sus andenes eran demasiado cortos debido a la electrificación progresiva de los trenes.




La estación fue utilizada como centro de expedición de los paquetes postales para los prisioneros durante la guerra,  luego como centro de acogida de los prisioneros en el momento de la liberación. Sirvió asimismo como escenografía para varias películas, entre ella, El Proceso, de Kafka.

En 1973, la Dirección de Museos de Francia concibió el proyecto de establecer un museo en la estación de ferrocarril de Orsay que amenazaba ruina y en la que se hablaba de construir un hotel. La decisión se vio impulsada por el resurgimiento de un interés por el siglo XIX, siendo inscrita la estación en el inventario suplementario de Monumentos Históricos el 8 de marzo de 1973. Sin embargo, la decisión oficial de construir el museo no llegó hasta el consejo de ministros el 20 de octubre de 1977, al parecer, presentada por iniciativa del mismo presidente.

Lo cierto es que, al ser un edificio que respondía a la arquitectura de hierro, favoecía en parte la adaptación a los planteamientos museísticos de la actualidad. Se vaciará toda la estructura de la gran nave central para arbitrar una secuencia expositivade un período artístico que posibilitara una lectura, mientras que se emplearán espacios anexos para albergar otros servicios.

Las obras de acondicionamiento de la estación a museo se llevaron a cabo entre los años 1981 y 1986, haciéndose cargo de la remodelación exterior el estudio ACT-Architecture y de la adaptación interior un equipo a cargo de la arquitecta Gae Aulenti. La inauguración oficial se produjo el 1. de diciembre de 1986, por el Presidente de la República François Mitterand, abriendo sus puertas al público el 9 de diciembre de aquel año.




Las tres plantas en las que se divide el edificio albergan una excepcional colección de arte del siglo XIX y XX, procedente de diversas instituciones museísticas, ordenada de forma cronológica, y que cuenta con obras impagables de grandes autores de la Historia del Arte como Delacroix, Degas, Millet, Manet, Monet, Renoir, Pissarro, Latour, Cézanne, Van Gogh, Gaugin, Seurat o Derain, entre muchos otros ejemplos compuestos por proyectos arquitectónicos, objetos decorativos, dibujos y fotografías.

En 2009 se ha emprendido un remozamiento del museo que plantea dar diferentes colores a las paredes de las salas y reorganiza muchas de ellas. Aprovechando la situación y para recaudar fondos, el museo está prestando importantes grupos de obras para su exhibición fuera de Francia. Una de dichas selecciones, con importantes obras impresionistas ha llegado a Madrid en enero del 2010.

La colección alberga pintura realista, impresionista y posimpresionista, esculturas, artes decorativas, fotografía, cine y arquitectura, obras, todas ellas al fondo del Museo del Louvre, cuyas salas exhiben el arte anterior hasta el romanticismo.

Escultura: Incluye obras de Rude, Pradier, Bayre, Clesigner, Delaplache, Guillaume, Degas, Meunier, Bourdelle, David d'Angère, Práult, Daumier, Gaugin, entre muchos otros artistas

Arquitectura: Incluye obras y maquetas de Charles Garniery Richard Peduzzi.

Artes Decorativas: Destacan las salas con obras de los movimientos Art Nouveau y Arts &Crafts.

Fotografía: Incluye obras de Nadar, Regnault, Emerson, Le Gray, Shaw, Baldus, Lewis Carrol e instantáneas de Degas , Rivière, Zola o Bonnard.




lunes, 12 de diciembre de 2011

Pierre Auguste Renoir

PIERRE AUGUSTE RENOIR






Si Monet es asociado con el culto a la luz, Renoir ejemplifica a través de su pintura la alegría de vivir, transmitiendo siempre una sensación de optimismo y de amor al género humano, a pesar de su acerto: Se muy bien que es difícil hacer comprender que una pintura puede ser muy grande, y al mismo tiempo, alegre. 

Hoy en día se quiere explicar todo. Pero si se pudiera explicar un cuadro, no sería una obra de arte. ¿Debo decirle a usted que cualidades constituyen a mi juicio el verdadero arte?Debe ser indescriptible e inimitable...La obra de arte debe cautivar al observador, envolverle, arrastrarle. En ella comunica el artista su pasión, es la corriente que emite y por la que incluye al observador en ella. Yo pongo ante mí el objeto tal y como yo lo quiero. Entonces empiezo y pinto como un niño. Me gustaría que el rojo sonara como el tañido de una campana. Si no lo consigo la primera vez tomo más rojo y otros colores, hasta que lo tengo. No soy más listo. No tengo más reglas ni métodos. Cualquiera puede probar el material que uso o verme mientras pinto, se dará cuenta que no tengo secretos.  Estas frases resumen de manera contundente la filosofía de Renoir, uno de los grandes maestros del impresionismo, que con sus obras ha cautivado a una legión de admiradores en todos los museos y colecciones donde se puedan contemplar.

Pierre Auguste Renoir nació el 25 de febrero de 1841 en la localidad francesa de Limoges. Su padre era sastre y deseaba ampliar su fortuna por lo que decidió trasladarse con toda su familia a París, en 1845, esperando aumentar su capital, cosa que no ocurrió. El pequeño Pierre acude a las clases de los Hermanos de las Escuelas Cristianas cuando tiene siete años, iniciándose en la lectura y la escritura. Será en estos momentos cuando empiece su admiración por el dibujo, llenando de apuntes todos sus cuadernos. También sobresale en el canto, lo que provocará que el maestro de la capilla de Saint-Eustache se convierta en su profesor de solfeo, ingresando el pequeño en el coro de la iglesia, a sus nueve años de edad. 

Léonard Renoir prefiere que Pierre se encamine hacia el dibujo, ya que así podrá dedicarse a la decoración de porcelanas, una actividad tradicional en Limoges. En 1854 Pierre ingresa como aprendiz en el obrador de los Lévy, pintores de porcelanas. Pronto destacará en la decoración floral y se le encargará la ejecución del retrato de María Antonieta en las tazas de café. Por las noches asiste a un curso en la Escuela de Dibujo y Arte Decorativo, dirigido por el escultor Calouette. Se entusuasma tanto con la pintura, que en lugar de comer al mediodía acude al Louvre para copiar y dibujar a los grandes maestros: Tiziano, Tintoretto, Fragonard, Boucher, Vélazquez, Rubens...Esta admiración por los grandes pintores que lo precedieron se mantendrá toda la vida y será una referencia constante en buena parte de sus obras. Renoir decoraba las porcelanas diez veces más rápido que sus compañeros, por lo que consiguió amasar una pequeña fortuna que le servirá de ayuda cuando en 1854 la empresa Lévy vaya a la quiebra. 




A sus 17 años de edad no duda en ayudar a su hermano mayor en pintar abanicos, coloreando escudos o pintando telas de iglesia para los misioneros de Ultramar, llegando a recibir el encargo de decorar un café en la Rue Dauphine. Poco a poco va ganándose la vida gracias a los ahorros y dinero que percibe, interesándose cada vez más por la pintura. Sus visitas al Louvre son cada vez más frecuentes, finalmente decide ingresar a la Escuela de Bellas Artes, superando el examen de ingreso, y, finalmente el 1 de abril, se inscribe en las clases impartidas por Charles Gleyle y Emile Signol. En estos momentos conoce a Fantine-Latour, con el que visita el Louvre. 

La rigidez académica no entusiasma al joven Renoir, por lo que no duda en matricularse en el estudio privado de Gleyle, estudiando el desnudo del natural y sin someterse a la directa presión del maestro, ya que Gleyle dejaba bastante libertad a sus alumnos. Allí conocerá a tres de sus mejores amigos: Claude Monet, Alfred Sisley y Frédéric Bazille. Los cuatro jóvenes congenian estupendamente, y pronto empezaron a ir a trabajar directamente en la naturaleza en plein air, en el bosque de Fontainebleu, de la misma manera que lo hacían los maestros de la Escuela de Barbizon. Incluso cuando Gleyle abandonó las clases a causa de su avanzada edad, en 1864, los cuatro jóvenes artistas continuaron trabajando juntos sin recurrir a ningún maestro directo. 

Renoir, al igual que todos los artistas de su época, deseaba alcanzar pronto el triunfo, por lo que no dudó en enviar al Salon de París ese mismo año: Esmeralda bailando con su cabra, inspirada en la novela (Notre Dame de París) de Victor Hugo. La obra fue admitida, aunque posteriormente el propio Renoir no dudó en destruirla, ya que no estaba satisfecho con el resultado. En estos años centrales de la década de 1860 Renoir no solo admira a los maestros clásicos, sino que también se interesa por los creadores que han roto los esquemas en su siglo: Delacroix y Coubert serán para el joven pintor dos referencias extremadamente importantes.

Las ansias de triunfo en el Salon lo llevaron a enviar obras tanto en 1866 como al año siguiente, pero el jurado las rechazó tajantemente, igual que las enviadas por Manet o Cézanne. Los jóvenes artistas protestan ante la organización y reclaman la organización de un Salon des Refusées, pero no consiguen sus objetivos. Estos nuevos creadores tienen su centro de reunión en el barrio de Batignoles, concretamente en el café Guerbois, donde Manet se erige en su líder, acudiendo a las tertulias escritores y críticos artísticos como Émile Zola, uno de los primeros defensores de las nuevas ideas. Monet y Renoir utilizarán como modelo, en el verano de 1869, un cabaret flotante en la isla de la Grennoullière, tomado directamente del natural, interesándose por el cambio de tonalidades en los objetos según la luz incide  en ellos o por las atmósferas creadas por el aire alrededor de esos objetos. Estaba surgiendo, de esa manera, el impresionismo.




Un cambio de aires en el jurado del Salón de París permitió que en los últimos años de esta década los jóvenes creadores mostraran sus obras en la exposición oficial. En julio de 1870 estalla la guerra Franco-Prusiana y todos los artistas en edad militar son llamados a filas. Renoir fue destinado al 10º Regimiento de Cazadores en Tarbas, donde permaneció hasta el 15 de mayo del año siguiente. Su regreso a París coincide con los días de la Comuna que será cruelmente sofocada por el ejército. Las consecuencias de la derrota de Napoleón III afectarán también al campo del arte, ya que el nuevo jurado del Salón rechazaría sistemáticamente toda innovación, no dudando en criticar, e incluso ridiculizar las obras de los jóvenes creadores. La situación económica de éstos, procedentes en su gran mayoría de familias sin grandes recursos económicos, se hará cada vez más asfixiante, por lo que pronto surgirá la idea de fundar una asociación de artistas encaminada a exponer sus trabajos al margen de las instituciones oficiales. Algunos marchands como Durand-Ruel o Ambroise Volard empezaron a interesarse por las obras de los jóvenes artistas y compraron sus lienzos, aun a riesgo de perder dinero.

La apuesta de los jóvenes artistas era cada vez más fuerte y en diciembre de 1873 fundan la Sociedad Anónima Cooperativa de Artistas Pintores, Escultores y Grabadores. La primera exposición de este grupo se celebró entre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874, exhibiendo sus trabajos un total de 30 artistas, entre los que encontramos a Boudin, Pissarro, Guillaumin, Cézanne, Monet, Gautier, Sisley, Renoir, Morisot y Bracquemont. La muestra se llevó a cabo en las salas cedidas por el fotógrafo Nadar en el Boulevard des Capuchins. Acudieron unos 3500 visitantes que, en su gran mayoría se mofaron de lo allí expuesto. 

Renoir vendió tres de las obras presentadas, pero su mala situación económica lo llevó a convencer a Berthe Morisot y a Monet para que organizaran una subasta públicaen el Hôtel Drouot, en marzo de 1875. Las ventas serán escasas, pero conocerán a Victor Chocquet, admirador de Delacroix, que se convertirá en uno de los más firmes defensores de la nueva pintura. Al año  siguiente realizarán su segunda exposición. Renoir presentó quince cuadros, entre los que se encontraba Desnudo al sol, que fue catalogado por el crítico Albert Wolff como un amasijo de carnes en descomposición. La respuesta del pintor ante tal grave crítica será realizar su obra maestra Le Moulin de la Galette, presentada, junto a otras veinte obras a la tercera muestra muestra impresionista, celebrada en 1877. 

La pintura de Renoir comenzará a conseguir cierto éxito en los años finales de la década de 1870, y muy pronto podrá organizar su propia exposición. No enviará más cuadros a las tres exposiciones impresionistas siguientes, ya que existían desacuerdos de carácter político entre él y algunos de sus camaradas. Gracias a los retratos Renoir consigue una estabilidad económica que le permite realizar un viaje a Argelia, en marzo de 1881 y a Italia, en invierno de ese mismo año. Visitará Venecia, Florencia, Roma, Sorrento y Capri, admirando las obras de los maestros del Renacimiento y del Barroco, especialmente a Rafael. 






En los primeros años de la década de 1880 la pintura de Renoir (al igual que algunos de sus compañeros como Monet o Pissarro) vive un período de crisis. Este momento recibe el nombre de período seco. Se interesará por la pintura de Ingres y ciudará más su dibujo, haciendo hincapié en el moldeado, al tiempo que emplea un colorido más frío y suave. Las bañistas que pintará en esa década serán excelentes ejemplos de esta nueva manera de trabajar, tremendamente clasicista, aunque sin perder la frescura del impresionismo. Pero no siempre se encontrará satisfecho con los resultados de la nueva experimentación, entrando en épocas depresivas, e incluso llegando a destruir todos sus trabajos de una temporada, como ocurrió en octubre de 1886. Las dudas acerca de su trabajo se extienden incluso a su marchante, Durand-Ruel, quien rechaza su nuevo estilo, sumiendo al artista en nuevos períoos de depresión.

La fama de la obra de Renoir comienza a traspasar las fronteras de Francia, gracias a las exposiciones organizadas por Durand-Ruel, en Londres, Boston, Nueva York y Berlín, después de la celebrada en París en abril de 1883 que mostró 70 cuadros. Los coleccionistas norteamericanos empiezan a manifestar una especie de fiebre por su trabajo, adquirindo buena parte de la colección que hoy se puede admirar en los museos y colecciones de la mayoría de las ciudades  de los Estados Unidos. El grupo vanguardisra belga de Des Vingt invita al artista a sus exposiciones de 1886 y 1890. El éxito le permitirá realizar un viaje muy deseado a España. La colección de Vélazquez, Tiziano y Goza del Museo del Prado causará una profunda conmoción en el pintor, al igual que los frescos de San Antonio de La Florida, ejecutados por el maestro aragonés. En 1896 se traslada a Bayreuth para conocer la música de Wagner, aunque le resulta demasiado aburrida. Dos años más tarde pasará por Holanda, sintiéndose muy interesado por la pintura de Vermeer y Rembrandt.

La enfermedad será la compañera de las tres últimas décadas de vida del pintor. Al reuma debemos añadir periódicos ataques de gota, acudiendo a los balnearios con cierta frecuencia para curarse. Las dolencias reumáticas serán cada vez más fuertes, provocando la deformidad de sus manos y brazos. Aun así su capacidad de trabajo será excepcional, haciéndose construir un caballete en el que el lienzo se podía enrollar como si se tratase de un telar. Su producción superó las 6000 obras, siendo superado por muy pocos pintores. Lo más sorprendente de todo es que, a pesar de su enfermedad, todas  sus obras tardías están envueltas en un halo de felicidad, de romanticismo bucólico.

La Primera Guerra Mundial provoca la movilización de  sus hijos, Pierre y Jean, recibiendo al poco tiempo diversas heridas. Recuperados vuelven al frente y Jean es de nuevo herido, consiguiendo recuperarse nuevamente. Sin embargo, en 1915 Renoir recibe un durísimo golpe: su esposa Aline fallece, víctima de la diabetes, el 27 de junio en un hospital en Niza, a los 56 años de edad. En 1919 se traslada a París para contemplar como una de sus obras estaba expuesta junto a La bodas de Caná de Veronés. El 3 de diciembre de aquel año Renoir fallece en Cagnes, tras haber perdido un lápiz para dibujar. Tres días después es enterrado junto a su esposa en Essoyes. En los últimos años de su vida fue frecuentemente visitado por los jóvenes creadores, entre ellos Matisse y Modigliani, que veían en el anciano pintor a un fuerte estímulo para continuar con sus trabajos, a pesar de que sus estilos no tuvieran mucho en común.





lunes, 5 de diciembre de 2011

Francisco de Goya y sus Cartones para Tapiz

FRANCISCO DE GOYA Y SUS CARTONES PARA TAPIZ






Los Cartones de Goya son un conjunto de obras pintadas por Francisco de Goya y Lucientes entre 1775 y 1792 para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Si bien no son los únicos cartones para tapices que se hicieron en la Real Fábrica, sí son los más conocidos y a los que la historia del arte ha otorgado el apelativo de cartones para tapices por autonomacia. En su mayoría representan temas bucólicos, cinegéticos, rurales y populares y se ceñían al gusto del rey Carlos III y de los príncipes Carlos de Borbón y María Luisa de Parma.

Los Cartones para Tapices están estructurados en siete series, cada una con diferente número de obras y temáticas. Un rasgo común a todas ellas es la presencia de rasgos campestres y de diversión popular. Únicamente la primera serie está dedicada a la caza. Una vez terminados los cartones se tejían a tapiz y se ubicaban en las piezas correspondientes a los palacetes reales. La mayor parte de esta obra se encuentra actualmente en el Museo del Prado, aunque existen algunos cartones en pinacotecas de otras naciones.

Las siete series de cartones para tapices están compuestas en total de entre 60 y 73 obras. El tamaño y motivo de dichos cartones estaba íntimamente relacionado con su jerarquía y el lugar que se les había asignado dentro de la estancia real, por lo que es posible dividirlos en distintos paños (aquellos cartones de más extensión que delimitarían el tema en toda la serie, y aquellos más pequeños destinados a rellenar algunos espacios vacíos).

Al realizar las dataciones de los cartones no han existido grandes discusiones. Sin embargo, existe un serio conflicto de datación en La gallina ciega, ya que algunos críticos sostienen que su realización data de 1798, aunque ello parece bastante improbable, ya que la serie a la que pertenecía quedó inconclusa al morir Carlos III en diciembre de 1788. La pequeña guía de consultas de dichas obras del Museo del Prado registra su datación entre 1788 y 1789.




Cuando Goya llegó a Madrid reinaba Carlos III, un entusiasta de la caza, y la corte tenía sedes itinerantes, pues el rey deseaba pasar la mayor parte  del tiempo fuera de la capital. Para ornamentar los aposentos reales el rey necesitaba contratar nuevos pintores para la Real Fábrica, entre los cuales se encontraba Goya. 

A pesar de que pintar cartones no lo ayudaba a ganar más fama, muchos autores especializados consideran que Goya intentó alcanzar la cumbre social a través de los cartones. Puede introducirse en la Capital, y más importante aun, en la Corte, con la facilidad que años más tarde podría presentar directamente los diseños al rey y a los príncipes. De ser  un simple pintor de provincia, se convirtió en uno de los artistas más reputados de la Corte.

En las habitaciones regias, donde se colgaban los tapices primaba el buen gusto y la estricta observación de las normas artísticas. En estos tapices Goya mezcla el rococó tiepolesco con el arte neoclásico llevado a la cima  por Mengs. Las escenas deben, además, tener encanto y variedad en los temas.  A pesar de no ser obras que cuenten con un realismo pleno, existen obras de la serie que rebosan de verismo, como El Albañil herido o Los pobres en la fuente

Hasta entonces Goya solo había trabajado en escenas de corte religioso. Fue menester apartarse del barroco tardío que expresaban esos cuadros y también del rococó al fin de poder una pieza del natural. El neoclasicismo tan en boga durante las épocas previas a la ejecución de los primeros cartones de Goya, tampoco era la vía más adecuada para transmitir la vivacidad de una escena popular.




Los asuntos bucólicos y cinegéticos inundan las composiciones ideadas por Goya para la Real Fábrica. A diferencia de la Corte de los Austrias, los Borbones deseaban escenas populares, que pudieran representar la manera de vivir en España en aquella época. Goya abandona los motivos históricos y religiosos con los que había trabajado hasta ese instante. La primera serie de cartones está  dedicada a la caza, al ser una de las grandes aficiones del príncipe Carlos.

Un motivo habitual en el Goya de los cartones es la infancia. Niños inflando una vejiga (segunda serie) es un homenaje encubierto a la obra de Pieter Brueghel el Viejo, y también a algunos temas de la literatura alemana. Otro de los cuadros alusivos a la niñez es Muchachos cogiendo fruta, relacionado con otro posterior, Niños trepando a un árbol. El cartón incluye una metáfora con la alusión al estado de la fruta: si está madura se obtendrá una gran satisfacción sensual, de lo contrario el esfuerzo habrá sido en vano. 

A pesar de que Goya ha pintado solo temas alegres para los palacios, en sus últimas series de cartones se puede adivinar el verismo que utilizará en algunos de sus cuadros posteriores, como, por ejemplo, La caída de los mamelucos. En La nevada abandona por completo el tema de las diversiones campestres y muestra a algunos campesinos sufriendo las inclemencias del invierno. De ese mismo año data El albañil herido, que hace referencia al sufrimiento y al dolor de la clase baja, pero a la vez alude a un decreto publicado por el rey protegiendo a los artesanos de las desgracias que pudieran ocurrirles.

El arte italiano influenció algunos de aquellos tapices. La rigidez academista fue combinado con el delicado y fino arte rococó para que pudiera dar vida a algunos de sus cartones más célebres. También el barroco italiano ejerce su influjo sobre Goya, especialmente en obras tales como El cazador con sus perros y Pastor tocando la dulzaina. Caravaggio pintó Jugadores de cartas, cuyo esquema y tonalidades reproduce Goya en Los jugadores de Naipes

Otros cuadros de Goya pudieron inspirarse en Cartas de amor de Fragonard y Mujeres en la fuente de Michel-Ange Houasse. Este último se conserva en las colecciones reales del Palacio del Oriente. La única influencia de arte extranjero, además del francés y británico, que puede encontrarse en estas obras goyescas es la de Rembrandt.