lunes, 12 de diciembre de 2011

Pierre Auguste Renoir

PIERRE AUGUSTE RENOIR






Si Monet es asociado con el culto a la luz, Renoir ejemplifica a través de su pintura la alegría de vivir, transmitiendo siempre una sensación de optimismo y de amor al género humano, a pesar de su acerto: Se muy bien que es difícil hacer comprender que una pintura puede ser muy grande, y al mismo tiempo, alegre. 

Hoy en día se quiere explicar todo. Pero si se pudiera explicar un cuadro, no sería una obra de arte. ¿Debo decirle a usted que cualidades constituyen a mi juicio el verdadero arte?Debe ser indescriptible e inimitable...La obra de arte debe cautivar al observador, envolverle, arrastrarle. En ella comunica el artista su pasión, es la corriente que emite y por la que incluye al observador en ella. Yo pongo ante mí el objeto tal y como yo lo quiero. Entonces empiezo y pinto como un niño. Me gustaría que el rojo sonara como el tañido de una campana. Si no lo consigo la primera vez tomo más rojo y otros colores, hasta que lo tengo. No soy más listo. No tengo más reglas ni métodos. Cualquiera puede probar el material que uso o verme mientras pinto, se dará cuenta que no tengo secretos.  Estas frases resumen de manera contundente la filosofía de Renoir, uno de los grandes maestros del impresionismo, que con sus obras ha cautivado a una legión de admiradores en todos los museos y colecciones donde se puedan contemplar.

Pierre Auguste Renoir nació el 25 de febrero de 1841 en la localidad francesa de Limoges. Su padre era sastre y deseaba ampliar su fortuna por lo que decidió trasladarse con toda su familia a París, en 1845, esperando aumentar su capital, cosa que no ocurrió. El pequeño Pierre acude a las clases de los Hermanos de las Escuelas Cristianas cuando tiene siete años, iniciándose en la lectura y la escritura. Será en estos momentos cuando empiece su admiración por el dibujo, llenando de apuntes todos sus cuadernos. También sobresale en el canto, lo que provocará que el maestro de la capilla de Saint-Eustache se convierta en su profesor de solfeo, ingresando el pequeño en el coro de la iglesia, a sus nueve años de edad. 

Léonard Renoir prefiere que Pierre se encamine hacia el dibujo, ya que así podrá dedicarse a la decoración de porcelanas, una actividad tradicional en Limoges. En 1854 Pierre ingresa como aprendiz en el obrador de los Lévy, pintores de porcelanas. Pronto destacará en la decoración floral y se le encargará la ejecución del retrato de María Antonieta en las tazas de café. Por las noches asiste a un curso en la Escuela de Dibujo y Arte Decorativo, dirigido por el escultor Calouette. Se entusuasma tanto con la pintura, que en lugar de comer al mediodía acude al Louvre para copiar y dibujar a los grandes maestros: Tiziano, Tintoretto, Fragonard, Boucher, Vélazquez, Rubens...Esta admiración por los grandes pintores que lo precedieron se mantendrá toda la vida y será una referencia constante en buena parte de sus obras. Renoir decoraba las porcelanas diez veces más rápido que sus compañeros, por lo que consiguió amasar una pequeña fortuna que le servirá de ayuda cuando en 1854 la empresa Lévy vaya a la quiebra. 




A sus 17 años de edad no duda en ayudar a su hermano mayor en pintar abanicos, coloreando escudos o pintando telas de iglesia para los misioneros de Ultramar, llegando a recibir el encargo de decorar un café en la Rue Dauphine. Poco a poco va ganándose la vida gracias a los ahorros y dinero que percibe, interesándose cada vez más por la pintura. Sus visitas al Louvre son cada vez más frecuentes, finalmente decide ingresar a la Escuela de Bellas Artes, superando el examen de ingreso, y, finalmente el 1 de abril, se inscribe en las clases impartidas por Charles Gleyle y Emile Signol. En estos momentos conoce a Fantine-Latour, con el que visita el Louvre. 

La rigidez académica no entusiasma al joven Renoir, por lo que no duda en matricularse en el estudio privado de Gleyle, estudiando el desnudo del natural y sin someterse a la directa presión del maestro, ya que Gleyle dejaba bastante libertad a sus alumnos. Allí conocerá a tres de sus mejores amigos: Claude Monet, Alfred Sisley y Frédéric Bazille. Los cuatro jóvenes congenian estupendamente, y pronto empezaron a ir a trabajar directamente en la naturaleza en plein air, en el bosque de Fontainebleu, de la misma manera que lo hacían los maestros de la Escuela de Barbizon. Incluso cuando Gleyle abandonó las clases a causa de su avanzada edad, en 1864, los cuatro jóvenes artistas continuaron trabajando juntos sin recurrir a ningún maestro directo. 

Renoir, al igual que todos los artistas de su época, deseaba alcanzar pronto el triunfo, por lo que no dudó en enviar al Salon de París ese mismo año: Esmeralda bailando con su cabra, inspirada en la novela (Notre Dame de París) de Victor Hugo. La obra fue admitida, aunque posteriormente el propio Renoir no dudó en destruirla, ya que no estaba satisfecho con el resultado. En estos años centrales de la década de 1860 Renoir no solo admira a los maestros clásicos, sino que también se interesa por los creadores que han roto los esquemas en su siglo: Delacroix y Coubert serán para el joven pintor dos referencias extremadamente importantes.

Las ansias de triunfo en el Salon lo llevaron a enviar obras tanto en 1866 como al año siguiente, pero el jurado las rechazó tajantemente, igual que las enviadas por Manet o Cézanne. Los jóvenes artistas protestan ante la organización y reclaman la organización de un Salon des Refusées, pero no consiguen sus objetivos. Estos nuevos creadores tienen su centro de reunión en el barrio de Batignoles, concretamente en el café Guerbois, donde Manet se erige en su líder, acudiendo a las tertulias escritores y críticos artísticos como Émile Zola, uno de los primeros defensores de las nuevas ideas. Monet y Renoir utilizarán como modelo, en el verano de 1869, un cabaret flotante en la isla de la Grennoullière, tomado directamente del natural, interesándose por el cambio de tonalidades en los objetos según la luz incide  en ellos o por las atmósferas creadas por el aire alrededor de esos objetos. Estaba surgiendo, de esa manera, el impresionismo.




Un cambio de aires en el jurado del Salón de París permitió que en los últimos años de esta década los jóvenes creadores mostraran sus obras en la exposición oficial. En julio de 1870 estalla la guerra Franco-Prusiana y todos los artistas en edad militar son llamados a filas. Renoir fue destinado al 10º Regimiento de Cazadores en Tarbas, donde permaneció hasta el 15 de mayo del año siguiente. Su regreso a París coincide con los días de la Comuna que será cruelmente sofocada por el ejército. Las consecuencias de la derrota de Napoleón III afectarán también al campo del arte, ya que el nuevo jurado del Salón rechazaría sistemáticamente toda innovación, no dudando en criticar, e incluso ridiculizar las obras de los jóvenes creadores. La situación económica de éstos, procedentes en su gran mayoría de familias sin grandes recursos económicos, se hará cada vez más asfixiante, por lo que pronto surgirá la idea de fundar una asociación de artistas encaminada a exponer sus trabajos al margen de las instituciones oficiales. Algunos marchands como Durand-Ruel o Ambroise Volard empezaron a interesarse por las obras de los jóvenes artistas y compraron sus lienzos, aun a riesgo de perder dinero.

La apuesta de los jóvenes artistas era cada vez más fuerte y en diciembre de 1873 fundan la Sociedad Anónima Cooperativa de Artistas Pintores, Escultores y Grabadores. La primera exposición de este grupo se celebró entre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874, exhibiendo sus trabajos un total de 30 artistas, entre los que encontramos a Boudin, Pissarro, Guillaumin, Cézanne, Monet, Gautier, Sisley, Renoir, Morisot y Bracquemont. La muestra se llevó a cabo en las salas cedidas por el fotógrafo Nadar en el Boulevard des Capuchins. Acudieron unos 3500 visitantes que, en su gran mayoría se mofaron de lo allí expuesto. 

Renoir vendió tres de las obras presentadas, pero su mala situación económica lo llevó a convencer a Berthe Morisot y a Monet para que organizaran una subasta públicaen el Hôtel Drouot, en marzo de 1875. Las ventas serán escasas, pero conocerán a Victor Chocquet, admirador de Delacroix, que se convertirá en uno de los más firmes defensores de la nueva pintura. Al año  siguiente realizarán su segunda exposición. Renoir presentó quince cuadros, entre los que se encontraba Desnudo al sol, que fue catalogado por el crítico Albert Wolff como un amasijo de carnes en descomposición. La respuesta del pintor ante tal grave crítica será realizar su obra maestra Le Moulin de la Galette, presentada, junto a otras veinte obras a la tercera muestra muestra impresionista, celebrada en 1877. 

La pintura de Renoir comenzará a conseguir cierto éxito en los años finales de la década de 1870, y muy pronto podrá organizar su propia exposición. No enviará más cuadros a las tres exposiciones impresionistas siguientes, ya que existían desacuerdos de carácter político entre él y algunos de sus camaradas. Gracias a los retratos Renoir consigue una estabilidad económica que le permite realizar un viaje a Argelia, en marzo de 1881 y a Italia, en invierno de ese mismo año. Visitará Venecia, Florencia, Roma, Sorrento y Capri, admirando las obras de los maestros del Renacimiento y del Barroco, especialmente a Rafael. 






En los primeros años de la década de 1880 la pintura de Renoir (al igual que algunos de sus compañeros como Monet o Pissarro) vive un período de crisis. Este momento recibe el nombre de período seco. Se interesará por la pintura de Ingres y ciudará más su dibujo, haciendo hincapié en el moldeado, al tiempo que emplea un colorido más frío y suave. Las bañistas que pintará en esa década serán excelentes ejemplos de esta nueva manera de trabajar, tremendamente clasicista, aunque sin perder la frescura del impresionismo. Pero no siempre se encontrará satisfecho con los resultados de la nueva experimentación, entrando en épocas depresivas, e incluso llegando a destruir todos sus trabajos de una temporada, como ocurrió en octubre de 1886. Las dudas acerca de su trabajo se extienden incluso a su marchante, Durand-Ruel, quien rechaza su nuevo estilo, sumiendo al artista en nuevos períoos de depresión.

La fama de la obra de Renoir comienza a traspasar las fronteras de Francia, gracias a las exposiciones organizadas por Durand-Ruel, en Londres, Boston, Nueva York y Berlín, después de la celebrada en París en abril de 1883 que mostró 70 cuadros. Los coleccionistas norteamericanos empiezan a manifestar una especie de fiebre por su trabajo, adquirindo buena parte de la colección que hoy se puede admirar en los museos y colecciones de la mayoría de las ciudades  de los Estados Unidos. El grupo vanguardisra belga de Des Vingt invita al artista a sus exposiciones de 1886 y 1890. El éxito le permitirá realizar un viaje muy deseado a España. La colección de Vélazquez, Tiziano y Goza del Museo del Prado causará una profunda conmoción en el pintor, al igual que los frescos de San Antonio de La Florida, ejecutados por el maestro aragonés. En 1896 se traslada a Bayreuth para conocer la música de Wagner, aunque le resulta demasiado aburrida. Dos años más tarde pasará por Holanda, sintiéndose muy interesado por la pintura de Vermeer y Rembrandt.

La enfermedad será la compañera de las tres últimas décadas de vida del pintor. Al reuma debemos añadir periódicos ataques de gota, acudiendo a los balnearios con cierta frecuencia para curarse. Las dolencias reumáticas serán cada vez más fuertes, provocando la deformidad de sus manos y brazos. Aun así su capacidad de trabajo será excepcional, haciéndose construir un caballete en el que el lienzo se podía enrollar como si se tratase de un telar. Su producción superó las 6000 obras, siendo superado por muy pocos pintores. Lo más sorprendente de todo es que, a pesar de su enfermedad, todas  sus obras tardías están envueltas en un halo de felicidad, de romanticismo bucólico.

La Primera Guerra Mundial provoca la movilización de  sus hijos, Pierre y Jean, recibiendo al poco tiempo diversas heridas. Recuperados vuelven al frente y Jean es de nuevo herido, consiguiendo recuperarse nuevamente. Sin embargo, en 1915 Renoir recibe un durísimo golpe: su esposa Aline fallece, víctima de la diabetes, el 27 de junio en un hospital en Niza, a los 56 años de edad. En 1919 se traslada a París para contemplar como una de sus obras estaba expuesta junto a La bodas de Caná de Veronés. El 3 de diciembre de aquel año Renoir fallece en Cagnes, tras haber perdido un lápiz para dibujar. Tres días después es enterrado junto a su esposa en Essoyes. En los últimos años de su vida fue frecuentemente visitado por los jóvenes creadores, entre ellos Matisse y Modigliani, que veían en el anciano pintor a un fuerte estímulo para continuar con sus trabajos, a pesar de que sus estilos no tuvieran mucho en común.





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